Sergio García y la belleza

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

11 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El domingo, mientras se acrecentaban las malas noticias (descanse en paz Carmen Chacón), quise evadirme. Porque a las tristezas hay que dejarlas solas hasta que se revuelvan y disfracen de gozo. Me puse ante el televisor a las 20.30, algo inhabitual en mis costumbres, y hasta la una y media me quedé colgado en su tela de araña. Disfruté con el Máster de Augusta. Y eso que no soy practicante del golf ni de ningún otro deporte. Discúlpenme los ortodoxos pero yo creo que todo deporte perjudica seriamente la salud a partir de una edad (y esa edad yo ya la he cumplido). Los amigos me invitan a que me introduzca entre los palos y los hoyos. Quizá lo haga. Aunque no creo que goce más que mirando el bello espectáculo del golf. Cuando la estética dejó de importar, nos queda la estética del golf (o de los deportes equinos, tan plásticos). Cuando solo importa el resultado y la competición, los golfistas nos enseñan que importan también las buenas maneras. El golf tal vez sea el último reducto del deporte bello. Su porte elegante y su verticalidad gótica, sus sinuosas curvaturas y esa imaginación en los golpes sorpresa. Anteayer ganó Sergio García el grande que faltaba en su palmarés. Su emoción se contagió a este país que está harto de las malas emociones y precisa, más que nunca, buenas y bellas noticias. El golf lo es: bello. Quizá recuperar la belleza es más urgente que comentar los tuits de Trump o de Pablo Manuel. Porque ni EE. UU. ni Podemos nos salvarán de la tristeza.