A la UE le convienen dos velocidades

OPINIÓN

13 mar 2017 . Actualizado a las 09:14 h.

Si es verdad que no hay mal que por bien no venga, es posible que la coincidencia de cuatro desgracias a priori importantes -el Brexit, Trump, el crecimiento de los populismos y la ultraderecha, y el racaneo de algunos socios del Este- se convierta en la señal y el estímulo que necesitamos para revisar el proceso de unión, y para dar el salto de cohesión que la UE necesita como agua de mayo. El Brexit, que en términos generales es una enorme contrariedad, nos hizo el favor de librarnos de un socio que siempre fue desleal, insolidario y rácano; que convirtió la excepción en regla, y que, sirviendo de ejemplo y líder a los que quieren ser y no ser al mismo tiempo, creó enormes desajustes, impulsó un euroescepticismo reaccionario y estéril, y frenó todas las iniciativas que habrían podido completar la obra Maastricht, Ámsterdam y Lisboa. También Trump -que vino a demostrar que las desgracias nunca vienen solas- está poniendo en evidencia que el déficit de políticas comunes de exteriores y defensa es el problema más grave de la UE. Porque nos impide ser eficientes en las políticas y negocios internacionales, nos deja a merced de este extraño bárbaro del Norte y de su rancio nacionalismo yanqui, y, para más INRI, nos cuesta mucho más en su actual estructura minifundista de lo que nos costaría ser una grande y sólida potencia militar y diplomática. 

Las ultraderechas europeas, que, al socaire de la crisis, quieren extender el virus de la desunión, del nacionalismo de Estado y de la xenofobia, también están dejando claro que en la desunión crecen las ideologías más regresivas e imprevisibles, y las que reviven los peores recuerdos de una Europa totalitaria y belicista que jamás debería repetirse. Finalmente, los ambiguos socios del Este, los del ser y no ser al mismo tiempo, que de toda la normativa de la UE sólo interiorizaron el paralizante sistema de decisiones unánimes, también nos hacen ver que si -para reforzar las nuevas adhesiones- seguimos jugando a favor de los que solo vinieron al club para disfrutar de los banquetes, y en contra de los que quieren profundizar en la unión, nos vamos a quedar convertidos en estatuas de sal.

La fórmula mágica para que todos estos líos se conviertan en grandes oportunidades es, no lo duden, una UE a dos velocidades, en la que todos están invitados y motivados para entrar de pleno derecho en la primera, pero en la que a nadie se le va a permitir ejercer de filibustero, de caballo de Troya de Trump y del euroescepticismo, o de chantajistas profesionales que siempre están dispuestos a comparecer en los repartos pero no en la tarea común. Y tan verdad es esto que, si no se articulan cuanto antes los dos itinerarios -el del esfuerzo y el del racaneo-, nunca llegaremos a la meta. Y el Brexit será -¡Dios no lo quiera!- el principio del fin.