Los burros de Allariz

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

11 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Puedo confesar y confieso que la noticia que más me interesó de la actualidad es la de los burros de Allariz. Todo lo demás me produce hastío: los manejos de Ciudadanos y el PP, que no rompen ni acaban de quererse, pero creo que tienen el pacto de esperar hasta el día 27, a ver si para entonces se pronunció el juez; las andanadas de la Asociación de la Prensa de Madrid y Podemos, que es asunto serio, pero cojo por falta de pruebas; los juicios de catalanes, que están en la fase de palabra contra palabra y no quiero hacer un juicio paralelo, aunque lo merezcan esos chorizos que después dicen que España los roba… 

Los burros del concello de Allariz son otra cosa. Nos reconcilian con la naturaleza y la tradición. Como cuenta este diario, la encomiable asociación Andrea, después de salvarlos del maltrato y el abandono, los va a soltar por los montes como agentes contra incendios. Irán dotados de GPS, que la modernidad no está reñida con el mundo animal, y tendrán la función que hemos dejado de hacer los humanos: limpiar el monte y dejarlo libre de maleza. Ya lo hacen, dice la crónica de Fina Ulloa, los rebaños de cabras y las vacas de pastoreo intensivo. Pero el burro puede llegar adonde otros animales no llegan.

«¿Qué pensará la burra, si es que tienen las burras pensamientos?», preguntaba un viejo cantar español. Vayan ustedes a saber. A mí me gustaría que pensasen que son útiles, que dejan de ser una especie menospreciada, que el ser humano les encontró una finalidad en la vida. Y, sobre todo, que, si son capaces de salvar el monte gallego, habrán prestado el gran servicio a una comunidad que estos mismos días, con estos sorprendentes calores de marzo, sufrió un incendio que quemó 80 hectáreas en Valdeorras.

El burro, como agente forestal, tiene otras ventajas: no enciende barbacoas ni quema rastrojos, no plantea conflictos salariales, no usa carrocetas, ni gasta gasolina. Si, además, tuviera un mecanismo para avisar del comienzo de un fuego o de fotografiar a los pirómanos criminales, su servicio sería perfecto. Será cuestión de pedir asesoramiento a la CIA que, si graba desde un televisor apagado, seguro que graba un fuego encendido.

Gracias, asociación Andrea. Espero que encontréis apoyo parecido en otros concellos. Volvemos a los orígenes. Con que una manada de burros evite un solo incendio en la Galicia que se seca, ya merecerían una medalla Castelao. Y ahora que escribo esto como homenaje al burro y a quien lo hace útil, no puedo evitar un lamento: ¡ya pudieron los ingenieros del trazado del AVE echar un burro por delante como se hizo siempre con el trazado de los caminos! ¡Cuántos túneles se hubieran evitado! ¡A cuánta más gente se hubiera servido!