Machitos sin hombría

Manuel Blanco Desar
Manuel Blanco Desar EL SÍNDROME G

OPINIÓN

13 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo han vuelto a hacer, en A Coruña. Un par de machitos vejaron y agredieron a un ciudadano de bien. Parecía molestarles su condición de homosexual. Pues debéis saber que os retratáis. Seguro que sois de esos machitos en manada, que pegáis a mujeres y os vais de farra a pagar para que unas pobres muchachas soporten vuestras babas. Si fueseis hombres de verdad protegeríais a los que no pueden defenderse y construiríais en vez de destruir. Construir una familia, una empresa, un proyecto social, cualquier cosa que sea útil para la humanidad.

Los que amamos la diversidad lo hacemos porque Voltaire, Mill y otros han hecho germinar la tolerancia en nuestras almas y mentes, sin que ello nos convierta en pusilánimes ni veletas. Hace años, cuando la reforma del Código Civil para posibilitar el matrimonio entre personas del mismo sexo, tenía mis serias dudas y reservas. Pero pronto asumí esa opción, cuando alguien me vino a pedir la firma contra la aberración de que los homosexuales pudiesen adoptar niños. ¿Y por qué?, pregunté. Pues porque todo niño tiene derecho a ser criado por su padre y su madre. Ya. Pobres huérfanos, pobres hijos de marinos y marineros, pobres hijos de curas, pobres hijos de pederastas, pobres niños abandonados en inclusas, como los que vi de chaval en el antiguo sanatorio de Oza, allí depositados por su discapacidad, precisamente los que más amor precisan y regalan. Así que viva el matrimonio homosexual, y ojalá que sea más prolífico en niños propios o prohijados.

A los machitos suele gustarles la uniformidad, esa horrenda pesadilla. Esas filas interminables que filmó Leni Riefenstahl de tipos clónicos según el canon, aseados y rasurados pero moralmente podridos. Uno, en las antípodas de hippies, rockers, yuppies, punks o hipsters, los modismos y todo lo alternativo, entre la uniformidad y la diversidad ha de elegir la diversidad.

Porque si esta sociedad europea que hemos construido merece sobrevivir y ser defendida es para conservar esta naciente diversidad, la de los que no son como nosotros, no piensan como nosotros y no sienten ni aman como nosotros. Fuera solo pueden quedar los que no respetan al distinto, los que odian al débil y son serviles ante el poderoso, los que se ceban con los mendigos, los ancianos y enfermos, los diferentes, sean gordos o bajos, negros o árabes, ateos o paganos. Nacemos tullidos, sin vista, sin habla, sin caminar, y moriremos igual de tullidos, tanto hombres como machitos.

Etiam si omnes ego non. Aunque todos asientan, yo no. Hay que ser muy hombre para aplicárselo. Para ser más exigente con uno mismo que con los demás. Para mantener la cabeza alta cuando todos la bajan. Para saber escoger el camino empinado y pedregoso en vez del llano y asfaltado. En eso la mayoría de los gais tienen más hombría que los machitos.