¿Otro viraje movido por el pánico?

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

17 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Representa la propuesta que acaba de formular la Comisión Europea, de introducir un estímulo fiscal de un 0,5 % del PIB en el 2017 para el conjunto de la UE, el cambio de dirección en la política económica que estábamos esperando? Pudiera ser: algo había que hacer en materia fiscal cuando se van afianzado las amenazas de estancamiento de cara al medio y largo plazo, y cuando la única estrategia que hasta ahora se ha venido usando para intentar combatirlo -la expansión monetaria- está ya, a ojos de todos, casi agotada. Bien pudiera ser que esta fecha quede recogida como la del obituario oficial de la tristemente famosa política de austeridad en el continente, por mucho que ya esté muy amortiguada desde hace un par de años.

A la espera de ver en qué se concreta el anuncio, cabe saludarlo con aplauso? salvo porque, dado el momento en que se produce, todo indica que se debe sobre todo al shock que la elección de Donald Trump ha provocado a este lado del Atlántico. Porque, de pronto, la posibilidad de escenarios políticos siniestros en algunos países centrales de la UE -como Francia y Holanda- se ha hecho más verosímil. ¿No estaremos por tanto ante un intento de detener como sea, si hace falta con una viraje brusco de política, el creciente malestar que está provocando el vuelco del voto en sentidos tan indeseables?

Si así fuera, resultaría muy preocupante, dada la trayectoria de la política económica en los últimos ocho años, en los que tan presente ha estado el miedo (miedo al abismo que abre la situación de deudas fuera de escala, a la reacción de los mercados, a una desaparición del euro?). A veces, incluso, un miedo producido por espectros venidos del pasado (como el que sigue provocando la inflación, cuando el problema real de ahora es más bien el contrario).

Detrás de los diversos cambios diametrales de política que han tenido lugar en Europa desde el comienzo de la crisis no es difícil ver ese elemento de temor, a veces, puro pánico. Así ocurrió en el otoño del 2008, cuando la producción y el empleo comenzaron su caída libre, y se impuso una política de expansión fiscal casi ilimitada. Sucedió de nuevo, pero en sentido contrario, en mayo del 2010, cuando la crisis de deuda soberana dio paso a la política de consolidación fiscal radical, que ha traído costes importantes a diversos países (en el corto, pero también en el largo plazo), sin conseguir alcanzar sus objetivos. De igual modo, el BCE modificó radicalmente su visión y su estrategia ante los acantilados de la ruptura desordenada de la moneda común, y aunque ese cambio haya sido muy positivo, no hay duda de que el entorno de incertidumbre ha tendido a aumentar, en la medida en que ha ido engordando una masa monetaria desconocida en la historia.

Bienvenido sea, por tanto, si realmente se produce, el fin de la austeridad. Pero cuidado con las decisiones en que ello se concrete, si detrás no hubiera más que pánico.