Una deuda pública interminable

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

28 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Conocíamos días atrás el preocupante dato de que nuestra deuda pública había crecido en la primera mitad de este año, respecto a idéntico período del año pasado, un 4,6 %, hasta situarse por encima del volumen anual de riqueza que producimos en España en un año (el PIB).

¿Cómo es posible este crecimiento interminable a pesar del austericidio que se está aplicando sobre nuestra economía? ¿Por qué razón los recortes en los gastos públicos (sanitarios, desempleo, educativos, dependencia, etcétera) de estos últimos años son incapaces de frenar nuestro endeudamiento?

Entenderlo es importante para evitarlo. Y evitarlo es importante porque de no conseguirlo, nuestro país estará a los pies de unos mercados financieros que, en el momento en que decidan que nuestro país no es fiable (ya sea para devolver lo que nos prestaron desde el exterior o ya sea para evaluar a nuestras entidades financieras) dispararán nuestra carga de intereses y bloquearán nuestra financiación. Pagos por intereses que este año duplican lo que destinamos a desempleo. Una espada de Damocles.

No lo conseguimos, como ya he señalado más de una vez, porque no reducimos nuestro diferencial negativo de ingresos públicos respecto a la media de la eurozona. Porque nuestras goteras y regalos fiscales siguen gozando de buena salud. Por poner dos ejemplos: las rentas no salariales en el IRPF o el dumping fiscal en el impuesto del patrimonio en la Comunidad de Madrid.

En vez de hablar tanto de techo de gasto sería necesario pasar a hacerlo de suelo de ingresos. Que el Estado fije un porcentaje mínimo para que no tributen menos otras rentas en un caso, o fijando un tipo nacional mínimo en el otro. También a escala de la UE. Imponer un tramo común europeo y un mínimo estatal en el impuesto de sociedades. Para no sufrir competencia fiscal a la baja (Irlanda) o paraísos fiscales europeos, que son la causa de que la recaudación de nuestro impuesto de sociedades esté cada vez más disociado de los beneficios reales.

Solo así no dependeríamos casi en exclusiva, para no endeudarnos, de los impuestos sobre los salarios (IRPF, cotizaciones) o sobre el consumo de esos mismos salarios (IVA). Con un crecimiento actual del PIB del 3 % podríamos haber evitado, sin prolongar el austericidio, cerrar el año pasado con un déficit público del 5 %. Y podríamos conseguir que el déficit anual respecto al PIB fuese menor que el crecimiento del PIB y que la deuda pública pase a reducirse respecto al PIB. Escapar de una lógica de bola de nieve. Eso en términos nominales y relativos, porque en términos reales debe recordarse aquí que vendría muy bien que el BCE dejase de incumplir alegremente su mandato, y situase la inflación de la eurozona (y de España) al menos en torno al 2%.

Porque con tasas negativas como las actuales todas las deudas, aunque se mantuviesen constantes en la misma cifra monetaria, se hacen más costosas de devolver cada año que pasa.