El caso Barberá es el resultado de procrastinar

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

15 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque las encuestas indican que los gallegos apuestan por otorgarle a Alberto Núñez Feijoo su tercera mayoría absoluta, el Gobierno y el PP parecen trabajar con denuedo para que no lo consiga. En plena campaña de las gallegas, y mientras el candidato del PPdeG se bate el cobre contra una sociedad mutua de intereses formada por socialistas, populistas, comunistas, nacionalistas e independentistas, unidos bajo la premisa común de apartarlo de la presidencia de la Xunta, en la Moncloa y en Génova se representa cada día una función que solo puede calificarse de esperpéntica. Cuando apenas restan diez días para que Feijoo someta su gestión al veredicto de las urnas, el Gobierno en funciones se muestra más activo que nunca a la hora de tomar decisiones que no solo van en contra del discurso de regeneración que enarbola el candidato del PPdeG, sino que suponen una burla a la creciente indignación ciudadana frente a la corrupción y el nepotismo, y un desprecio a la labor de control del Parlamento. Y el PP nacional, al contrario, elude tomar decisiones que alejarían cualquier sospecha de connivencia de la dirección con los cargos o excargos implicados en casos de corrupción o conductas inapropiadas, y que ayudarían en la campaña de Feijoo.

Después de haber tenido que parar casi en solitario la inaudita decisión del Gobierno de designar al dimitido exministro José Manuel Soria como alto cargo del Banco Mundial, y del coste en imagen que supone el hecho de que el ministro Luis de Guindos se niegue a ser controlado por el poder legislativo, a Feijoo le cae ahora en plena campaña el escándalo de Rita Barberá, que se atrinchera y no dimite como senadora pese a estar a las puertas de la imputación. La de Barberá es la crónica de una muerte anunciada. Y, por tanto, un asunto que, sabiendo que la campaña gallega estaba a punto de comenzar, el presidente del Gobierno y líder del PP debería haber resuelto hace tiempo, en lugar de procrastinar a la hora de adoptar unas medidas que a la postre acaban resultando ineludibles.

El PP debería haber exigido hace mucho a Barberá la renuncia como senadora. Es más, Barberá, un personaje anacrónico y dañino para un partido que aspira a renovarse, nunca debió ser senadora. Su impresentable negativa a dejar el escaño la retrata. Pero, lejos de ello, el PP la blindó judicialmente tras el 20D al designarla como miembro de la Diputación Permanente. Hacer eso, permitir luego que el caso estalle en plena campaña gallega, y aceptar que haya sido Barberá, y no el PP, quien decida su baja en el partido, son errores graves que perjudican a un Feijoo que abre cada día el periódico con temor a encontrar un nuevo escándalo. Y que tiene que dedicar más tiempo a hablar de lo que hacen mal en la Moncloa y en Génova que a defender su programa y rebatir las propuestas de sus adversarios. Si consigue gobernar en Galicia, será por sus propios méritos y tendrá toda la legitimidad para encabezar una limpieza a fondo en el PP.