La estúpida verdad

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

17 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A mí lo que me extrañaba era que aún cuando pareciese que la masacre de Niza había sido causada por un delincuente común desequilibrado y violento, Hollande siguiera insistiendo en que atacaría Irak y Siria. Tendría más sentido que atacase las cárceles francesas o las consultas de los psiquiatras, pensaba yo. En torno al camionero tunecino se fue desarrollado todo tipo de argumentos que daban cumplida explicación y hacían que el puzle encajase perfectamente. Pero faltaba una pequeña pieza, sin la cual no teníamos nada: la verdad. Decía el editor de prensa americano William Randolph Hearst que no hay que permitir que la realidad estropee una buena noticia, y parecía que eso era lo que estaba pasando. Ochenta y cuatro muertos eran muchos muertos para tan poco enemigo y se necesitaba sacar las guillotinas y la Marsellesa. Lo malo de la ley es que muchas veces hay que declarar inocente a un asesino. Todas las veces en que el asesino no ha cometido el crimen del que se le acusa. Aunque haya matado antes y lo vuelva a hacer después. Y yo pensaba que esta era una de esas veces. Que este solo era uno de esos miserables que matan hijos, mujer, suegra, vecino y acaban llevándose a sí mismos por delante, envenenados de rencor y odio contra la vida. O uno de esos adolescentes de Denver que masacran a los compañeros que se ríen de sus granos. Y que Hollande iba a bombardear Siria, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. Sin embargo, el Estado Islámico la ha dado la razón a él. Pues vaya.