Alternativas

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

12 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace unas semanas presencié en Vía V cómo dos ciudadanos procedían a un suicidio televisivo ingiriendo un bote de medicinas homeopáticas en el plató. Y no murieron. Querían demostrar la inocuidad de los compuestos homeopáticos. En cierto modo lo consiguieron, pero hay matices.

Hace años que Claude Levy-Strauss describió la estructura antropológica necesaria para la cura; se necesitan tres elementos inexcusables: un chamán que posea una teoría acerca de la enfermedad y un corpus terapéutico coherente con esa explicación, un enfermo convencido y confiado en que dicho hechicero sabe y puede curarle, y un grupo humano que certifique que, efectivamente, el enfermo ha sido sanado por ese curador.

Las medicinas alternativas son más frecuentadas de lo que pensamos y es la clase media y alta la que más lo hace. No es una cuestión de ignorancia acerca de la validez científica de sus tratamientos, sino de desconfianza en la convencional.

La gente desconfía de la medicina oficial y lo hace por razones claras. La aparición de enfermedades nuevas tipo fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica y muchas más, nos ha cogido a la medicina con el pie cambiado; no somos capaces de entender su origen y por tanto no sabemos tratarlas. La medicina ha relegado al enfermo a un conjunto de síntomas sin biografía humana detrás, se ha distanciado del enfermo, al que a veces solo ve a través de una pantalla de plasma. Los médicos nos hemos convertido en unos excelentes técnicos pero sin disponibilidad, con unos tiempos mínimos para ver al enfermo, con lo que es imposible alcanzar la intimidad y la confianza necesarias para entablar una relación capaz de facilitar la cura, como desveló Levy-Strauss.

Las medicinas alternativas brindan la posibilidad de poder combatir este tipo de problemas con la herramienta más eficaz de cualquier medicina: la relación con el paciente. Sean coherentes con sus principios explicativos o no, las medicinas alternativas requieren de una confianza en el hechicero que las hace eficaces a la hora de promover la autocuración que requieren patologías de esas donde lo psíquico y lo somático van entrelazados; al mismo tiempo, quienes las dispensan disponen de un tiempo privilegiado para cultivar la relación y reforzar la confianza del paciente.

Por otro lado, los efectos secundarios que produce la medicina convencional, no solo con los tratamientos sino sobre todo con las exploraciones y la iatrogenia que produce tanta información médica, en la que a veces las opiniones expertas son cambiantes, cuando no contradictorias -el pescado azul, el sol, la carne de cerdo, etcétera-. Todo ello alimenta la proliferación de una sociedad medicalizada en la que la hipocondría y la desconfianza llevan a que se haga una carísima medicina defensiva por parte del profesional.

En eso estamos.