Santiago Rey honra el premio Miguel Moya

OPINIÓN

25 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando, en el 2005, la junta directiva de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) concedió en votación secreta y por el sistema Goncourt el premio Miguel Moya a Santiago Rey Fernández-Latorre, sabía lo que hacía: premiar a un editor como la copa de un pino, miembro de una estirpe irrepetible que ha engrandecido la prensa libre y plural de España para que los periodistas desempeñen con garantías lo que la prensa debe ser y La Voz de Galicia es: un contrapoder del poder legítimamente constituido, un tábano que acicatea al caballo para mantenerlo despierto (del Martín Fierro), un agitador de conciencias en beneficio del común.

Como vicepresidente de esa junta que concedió el Miguel Moya a Santiago Rey y promotor de la candidatura, me siento honrado de haber contribuido a un reconocimiento que enriquecía aún más el nombre del galardón, ya de por sí enseña de un periodista ilustre, primer presidente de la APM (1895), director de El Comercio Español, de La Ilustración Hispano-Portuguesa; fundador y director de El Liberal y presidente de la empresa periodística española más importante de comienzos del siglo XX, la Sociedad Editora de España, que integró a los tres diarios más notables de aquel Madrid: los matutinos El Imparcial y El Liberal, y el vespertino Heraldo de Madrid.

Siempre he sostenido que no hay periodistas sin editores, ni editores sin periodistas. Y mucho menos buen periodismo sin un buen editor. Santiago Rey Fernández-Latorre llenó La Voz de buenos periodistas de todo pelaje, color y condición, y el resultado es el que es: el cuarto diario de España por número de lectores, el primero de Galicia de largo y, lo que es más importante, el más respetado por su independencia informativa, sus opiniones libres, sus visiones poliédricas, sus perspectivas enriquecedoras.

El presidente de la directiva que le concedió el premio, Fernando González Urbaneja, dijo que Santiago Rey «es uno de los pocos editores vocacionales, independientes y con casta» y el entonces príncipe Felipe resaltó que el periodismo «es una de las actividades más necesarias para una sociedad libre y democrática; una profesión que debe ser templo de la libertad» y para la que reclamó «el respeto y el reconocimiento que merece», tras reivindicar el ejercicio responsable y pleno de los derechos de los periodistas, dos claves de la que dependerá, precisó, «la salud de la libertad de expresión y de información».

Y cuando Santiago Rey recibió el galardón de manos del hoy rey de España, Felipe VI, declaró en sus palabras de agradecimiento que «no tengo más intereses que los de mis lectores, solo me debo a ellos». «Entiendo que este premio reconoce mis primeros 45 años de editor, que es lo que soy», y añadió que «el Miguel Moya me llena de satisfacción por venir de los periodistas, que son el corazón de un periódico y los que marcan las diferencias entre un medio de calidad y uno vulgar o malo». Después subrayó que «periodismo es hacer comunidad, creando puentes y lazos» y concluyó que «Galicia lo es todo para mí. Mi máxima ambición profesional es que La Voz de Galicia honre su nombre y refleje en sus páginas una Galicia luminosa y llena de esperanza». Pues lo está consiguiendo a paso de carga con la acción coordinada de todo el grupo y la filosofía que emana de los artículos y discursos recogidos con tino y primor en el libro Yo protesto. Enhorabuena, admirado editor.