El caso Aznar López

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

22 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Por mucho que se esfuercen Rafael Hernando y la vieja guardia del PP, estamos delante de un escándalo monumental: el grave incumplimiento de las obligaciones tributarias del expresidente del Gobierno y presidente de honor del PP, el señor Aznar López. La fracción más conservadora (léase reaccionaria) de ese partido, con Esperanza Aguirre a la cabeza, ha abierto una guerra fratricida contra el ministro de Hacienda para intentar crear una cortina de humo que tape la desvergüenza.

Pero por mucho que se empeñen, no estamos delante del caso Montoro, es el caso Aznar, un contribuyente que cometió graves irregularidades fiscales que llevaron a que la Agencia Tributaria le realizara una liquidación complementaria de 199.000 euros por sus ingresos del 2011 y del 2012. Un comportamiento tan irregular que la Agencia le impuso una multa de 70.400 euros.

Estamos delante de un escándalo de extraordinaria gravedad, porque afecta a la moralidad y al cumplimiento de sus obligaciones de alguien que ocupó la máxima responsabilidad de Gobierno y que genera alarma y cabreo social precisamente en estos días en los que los ciudadanos nos enfrentamos a la declaración del IRPF. Para entendernos, Aznar tributó a través de una sociedad mercantil lo que eran ingresos personales, incumpliendo para ello las normas tributarias que delimitan con total claridad estos supuestos. El objetivo era simple: tributar por el tipo del impuesto de sociedades en lugar del IRPF, que es prácticamente el doble. De esta forma se ahorró 200.000 euros. Hasta que lo pilló Hacienda.

Hace ahora un año salió a la luz el caso de una persona que realizó una práctica similar pero con enormes diferencias: era un ciudadano particular que no ocupó ningún cargo de responsabilidad y que no tenía formación en materia fiscal, por lo que era plausible que su error fuera el de aceptar un mal asesoramiento fiscal que le llevó a realizar una práctica inaceptable y que casi nadie dudó en calificar directamente como fraude fiscal. Pero esto no vale para Aznar López: abogado, experto en derecho tributario, inspector de Hacienda desde 1975 hasta que se dedicó a la política a tiempo completo. Él hizo lo que hizo sabiendo lo que hacía. Tomándolo a broma por un momento, quiso aplicarse los principios neoliberales que profesa a su propio bolsillo: ya que el Estado no lo hace, yo mismo me rebajo mi carga tributaria. Intolerable.

Dos reflexiones finales. La primera: es urgente un debate público sobre el origen de los ingresos de los expresidentes y otros altos cargos, más allá de las puertas giratorias, porque acaban siendo lobistas al servicio de grandes grupos empresariales extranjeros. Los ciudadanos deberíamos preguntarnos qué servicios les prestan para cobrar cantidades tan elevadas. La segunda es que el caso del ciudadano particular ocupó muchas portadas de periódicos y abrió informativos de radio y televisión durante varia semanas, con la exigencia de múltiples responsabilidades para él y para su entorno. Por el contrario, ahora el escandalazo de Aznar apenas pasa de un debate sobre el derecho a la intimidad de un contribuyente, su partido lo defiende y nadie utiliza la expresión fraude fiscal. Muy raro.