Los tres desafíos económicos básicos de Galicia

Fernando González Laxe
Fernando González Laxe FIRMA INVITADA

OPINIÓN

03 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Si nos preguntaran cuáles son los tres desafíos a largo plazo de la sociedad europea, española y gallega, contestaríamos de la siguiente manera: una demografía débil, una escasa inversión y una baja productividad.

En primer lugar, resulta muy fácil explicar el primero de ellos, la débil demografía. Por un lado, atendiendo a las previsiones de la ONU, la población en edad activa de los países desarrollados descenderá un 5 % para el año 2050. Asimismo, la bolsa de trabajadores también sufrirá notables descensos en economías como Rusia y China. De otra parte, complementando esta dinámica, la población de más de 65 años se incrementará en esos países y en los próximos años. Estas tendencias subrayan dos consecuencias: aumenta la esperanza de vida y desciende la tasa de fertilidad. En los próximos años las empresas se irán quedando sin trabajadores, sin clientes, o ambos casos.

De esta forma, el crecimiento se resiente; y, a medida que la población envejece, los hábitos de consumo y la demanda también se inclinará hacia nuevas exigencias en servicios, tales como los sanitarios y asistenciales, en detrimento de una demanda de bienes duraderos, como los automóviles, por ejemplo.

Los efectos demográficos ayudarán a explicar por qué las recuperaciones económicas van a contribuir a reducir en un gran porcentaje las tasas de desempleo. Es decir, la economía no necesitará tantos trabajos nuevos para emplear el volumen neto más bajo de trabajadores que se incorporan al mercado. En suma, los datos proporcionados por las instituciones internacionales, conforman tres tendencias relevantes: a) en el 2050, la población mundial habrá crecido un 32 %; pero la población en edad activa (entre 15-65 años) crecería solo un 26 %; b) en los países desarrollados, la población en edad de trabajar disminuirá (un 26 % en Corea del Sur; un 28 % en Japón; y un 23 % en Alemania o Italia); y c) en las economías emergentes los datos varían, oscilarán entre un aumento del 33 % en India, un alza del 3 % en Brasil, y un descenso del 21 % en China.

Al mismo tiempo, las dinámicas de envejecimiento tienen un efecto directo sobre los hábitos de ahorro. Así, entre los 20 y 40 años, la gente posee gastos obligatorios, tanto con sus hijos como en la vivienda; y para la población entre 40 y 60 años dichas obligaciones desaparecen en un elevado porcentaje. Por tanto, existe una propensión de ahorro correlacionada por las diferencias entre la proporción de la población entre 40/65 años y aquella que supera los 65 años. En la mayor parte de los países desarrollados esta diferencia se está modificando; de forma que las tendencias son desafiantes para los próximos años. Por eso, en algunos países se estimulan comportamientos para aumentar la fertilidad y en otros se ofrecen incentivos para las mujeres trabajadoras. Lo inmediato es incrementar la fertilidad y superar las tasas de remplazo, actualmente estimadas en 2,1 hijos por mujer fértil.

El segundo de los desafíos radica en la inversión. A pesar de que la economía mundial ha empezado a recuperarse, la inversión en Europa y en España sigue estando muy por debajo de los niveles previos a la crisis. Las apuestas por la integración de los mercados europeos y globales en campos como los servicios, los bienes digitales, la energía, etcétera, contribuirían a eliminar obstáculos y a reducir barreras de entrada, mostrando incentivos para la inversión. Activar la inversión requiere de medidas y reformas que promuevan la promoción de las aptitudes y la promoción de la igualdad de las oportunidades para poder competir sin situaciones de abuso dominante, de competencia desleal o de reglamentaciones ad hoc para beneficio de unos pocos o de los señalados, los del «capitalismo de amiguetes».

Finalmente, el tercer desafío está concentrado en la baja productividad. En la Europa occidental la productividad laboral (la producción por hora trabajada) lleva varios años disminuyendo. Durante la década de los sesenta aumentaba sin cesar; y, sin embargo, hoy está estancada, a pesar de las innovaciones tecnológicas. Al margen de los diferentes criterios de medición, la productividad total muestra una disminución preocupante que permite afirmar la constatación de una carencia de complementariedad en aquellas actividades donde es más factible el desarrollo tecnológico y organizativo. Por tanto, es preciso activar medidas que impidan la perversión o la imperfección de las actuales situaciones.