Hernández y Fernández

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

27 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hernández y Fernández, perdón, Jambon y Geens, ministros de Interior y Justicia del Gobierno belga, serán recordados por la pésima gestión de la lucha antiterrorista con fallos de seguridad inexplicables y filtraciones sobre las investigaciones en curso que han tenido como resultado más de una treintena de muertos, dos centenares de heridos y la constatación de que Bruselas es, a día de hoy, una ciudad caótica e insegura.

Pero se necesitan tontos útiles para justificar el desastre en que se han convertido los Gobiernos europeos, uno por uno y en su conjunto en el seno de la Unión. Parece que el miedo es la argamasa necesaria para mantener apaciguada a una ciudadanía que asiste atónita, pero inmóvil, a la incapacidad para garantizar la seguridad de los países miembros, al tiempo que se demuestra inútil para afrontar la crisis humanitaria de los peticionarios de asilo en nuestras fronteras.  

Los mandatarios actuales de la UE han renunciado a ser los guardianes de la paz y garantes de derechos ciudadanos, heredados del Estado de bienestar. La construcción europea en su formato actual se diseñó a partir de la integración de países que estuvieron en el bando de los aliados con los del Telón de Acero y otros que estuvieron en la orilla fascista. Veintiocho, hasta ahora, pendientes de que quizás se incorpore Turquía. Casi treinta países que se dieron la mano y derribaron muros de piedra y de historia a finales de los ochenta, imaginando que pueblos de muy distinta procedencia, costumbres, lenguas, e incluso etnias, podrían convivir en paz y ceder notables porciones de su soberanía a cambio de vivir en una confortable casa común. Lo malo de los sueños es que después de dormir, viene el despertar y a veces creemos caer por un precipicio infinito con el vértigo anudado en la garganta.

La Europa de los 28 se ha amurallado dentro de sí misma, nos ha perdido el respeto y se ha pasado por el forro el civismo y las políticas de buena vecindad con su entorno africano y oriental.

Por el contrario, crea crisis a partir de volutas de humo para apretar las clavijas a Gobiernos manirrotos, alimenta a la gran banca -con  las agencias de rating como coartada- para que sigan atornillando a pueblos que creían que la dignidad era ya un derecho sobrevenido y así aumentan la brecha entre el 1 % de ricos y el resto, que se conformará con las sobras del banquete.

La errática frialdad de los servicios de inteligencia consume a fuego lento al proyecto europeo. Sálvese quien pueda. Madrid, Londres, París, Bruselas? se han convertido en ciudades inseguras. El enemigo exterior de turno cabalga cuando puede, que a veces coincide con cuando le dejan.