Tarde, mal y a rastras

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

19 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Una semana después de anunciar su renuncia a aspirar a la presidencia de la Xunta de Galicia, Gómez Besteiro abandona la secretaría general de los socialistas gallegos. Ha sido una semana perdida; siete días siendo el blanco de las críticas y una semana de desautorizaciones de su conducta hasta por parte de sus propios compañeros. Y una semana de abrir telediarios y portadas de periódicos como ejemplo de lo que no se debe hacer en política.

Por eso, resulta difícil de entender la obcecación del exlíder socialista por mantenerse en el cargo. Si la mayoría de los mortales sabíamos que la dimisión era inevitable, es complicado comprender ese intento desesperado por mantener todo como si nada hubiese ocurrido. Ampararse en los estatutos del partido, en el apoyo de Pedro Sánchez, curiosamente mucho más necesitado de apoyos que el propio Besteiro, y en la inocencia no fueron más que argucias para retrasar el anuncio público de una dimisión que debió de llegar en el mismo momento de las imputaciones.

Debe de ser difícil ver cómo se derrumba una carrera política y un futuro que trazaste con mimo, por una imputación, o mejor por diez, que se antojan injustas. Pero más complicado resultaría entender que Besteiro pudiese llegar a algo en la política habiendo despreciado las reglas que la sociedad exige y las que él mismo pidió aplicar a otros. Las de abandonar por imputaciones.

Besteiro no se va. Lo han echado. Y él se ha visto abocado a anunciarlo tarde, mal y a rastras. Pudo evitarle el coste de este incomprensible retraso al partido y pudo evitárselo a sí mismo. Pero se aferró a lo imposible. A creerse que las imputaciones sentencian a todos excepto a él, y solo cuando la situación se hizo irresistible se marchó. Un error inexplicable para cerrar una carrera.