El insulto más utilizado

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

06 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Probablemente, gilipollas sea el insulto más utilizado en el común de nuestros desaires. A tal punto que el improperio, de tanto usarlo, se ha vaciado de contenido, degradándose a la categoría de mera coletilla sin que los usuarios sepan exactamente a qué se refieren cuando lo utilizan. El término gilipollas, según la RAE, deriva de la voz árabe yihil que viene a querer decir bobo. El vocablo derivó en la lengua romance a gilí: sujeto ignorante y aturdido. Según el Inventario general de insultos de don Pancracio Celdrán, otra acepción del vocablo gil hace referencia a lelo, imbécil o infeliz.

Más allá de etimologías académicas, cuentan que el origen de la palabra se retrotrae al Madrid del siglo XVI, dónde un tal don Baltasar Gil de la Mota ocupaba el cargo de fiscal general del reino. Según crónicas palaciegas, don Baltasar tenía dos hijas -Fabiana y Feliciana- que no siendo demasiado agraciadas físicamente, tampoco se distinguían por su inteligencia.

Don Baltasar no dejaba de acudir a cuantas fiestas y eventos de relevancia hubiera en la Corte con el fin de encontrar algún pretendiente para sus dos pollas -palabra empleada en el castizo Madrid de la época para referirse a las muchachas jóvenes-. Tal era su insistencia que los maledicentes cortesanos vitoreaban al verlos entrar: «¡Ahí van Gil y Pollas!». Siendo esta asociación de ideas inevitable para los ingeniosos madrileños de su tiempo, que pasaron a fundir en el mismo concepto a las hijas de don Gil con alguien lelo o corto de entendederas.

Sin embargo, el gilipollas no es un simple tonto, sino que participa además de la condición espiritual de ser un bocazas, un incontinente verbal que todo lo larga sin el más mínimo recato o prudencia. El gilipollas puede salirse del tiesto en cualquier momento y propiciar sin querer las situaciones más tensas y bochornosas; no es que sea malo, porque no tiene suficiente coeficiente intelectual para serlo, pero es sumamente inoportuno y peligroso al ser incapaz de calibrar sus acciones y comentarios.

Teniendo en consideración el auténtico significado del término, caerán en la cuenta de que los gilipollas son una especie invasiva en nuestro entorno, como la avispa asiática. Estamos rodeados de gilipollas ilustrados que son los peores y más peligrosos, porque a su ser natural se une la posibilidad de desparramar sus infinitas gilipolleces a través de las redes sociales, Twitter o Facebook. También habitan en los parlamentos y las televisiones, donde se dan los mejores y más feroces ejemplares.

Lo decía el gran Umbral: «El gilipollas por definición lo es de cuerpo entero. Se es gilipollas como se es pícnico, barbero, coronel, sastre, canónigo o notario: de una manera genérica y vocacional».

Estamos rodeados.