Las infantas son así

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

04 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Las infantas tienen ese mal hábito. Acostumbran a no hablar de dinero, ni de la economía doméstica, ni de cómo se nutre la cuenta bancaria familiar, ni de nada relacionado con el parné, porque es de muy mal gusto. Las infantas sí acostumbran a vivir a todo trapo, sin necesidad de preocuparse por cómo se ingresan cantidades ingentes y millonarias de dinero, o por la forma en que es posible hacerse con una casa de lujo, en un barrio de lujo, con un mobiliario de lujo.

Las infantas son así. No hacen lo que hacemos los demás fogoneros, que es interesarnos por los ingresos familiares y sorprendernos si son desmesurados. Incluso podemos desconfiar de nuestra pareja si un día sí y otro también nos llega a casa con millones de euros, sin que haya sido agraciado con el Gordo de la Primitiva. Es como para desconfiar.

Pero las infantas son diferentes. Cristina de Borbón dio ayer, por espacio de más de una hora, un ejemplo de lo ciego que es el amor y de cómo se puede vivir a cuerpo de rey sin enterarse de lo que ocurre a su alrededor. Incluso de cómo se puede tener el 50 % de una sociedad y desconocer todo lo relacionado con ella, pese a cargarle a sus cuentas gastos de alquiler de coches; fiestas de cumpleaños, coaching; comidas; gasolina; vino de Baigorri y ramos de flores. 

Hace tiempo que la infanta Cristina fue declarada inocente de cualquier delito relacionado con las actividades de Iñaki Urdangarin, Diego Torres, Aizoon y todo el tinglado que montaron con la única finalidad de sacar dinero de la nada. A día de hoy, nadie ha desmentido las reuniones celebradas en la Zarzuela, con asistencia del monarca emérito y algún ministro, con el fin de buscar el camino para exculparla. Todavía gran parte del país no llega a comprender el papel desempeñado por la Fiscalía. Y pocos conciben el interrogatorio de amigo al que se vio sometida ayer.

Pero Cristina de Borbón ha sido sentenciada. Padece ya la condena viéndose sentada en el banquillo ante un tribunal; teniendo que responder a las preguntas, aunque sean de su abogado; viendo cómo su imagen abre los telediarios y hoy destaca en las primeras páginas de los periódicos. Cristina de Borbón sufre ya la condena al ser abucheada junto al amnésico Urdangarin a la entrada y salida de los juzgados. Y sufre castigo también al sentirse apartada de la Casa Real, y reprobada por su propio hermano.

Sea cual sea la decisión del tribunal, la infanta ya fue sentenciada. Y todo porque las infantas no hablan de dinero. Ni con su marido. Porque es de una vulgaridad insoportable.