La mano

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

13 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Tanta expectación, tanta atención mediática, tanto interés nacional puestos en el encuentro, y al final todo se redujo a la foto de la mano. Ese Sánchez que la extiende en busca de la otra mano; ese Rajoy que se abrocha la americana y no atiende el amistoso gesto; esas cámaras que se disparan; esos mensajes telefónicos que inundan las ondas gravitacionales: ¡no lo ha querido saludar! ¡La frialdad elevada a la categoría de gesto de Estado! Ese era, al terminar el día, el gran debate nacional: ¿Ha sido un menosprecio? ¿Ha sido la traducción práctica del aviso de «le trataré como se merece»? ¿Ha sido el anuncio de tensiones futuras, si Sánchez logra la presidencia? ¿Ha sido la venganza por haberle quitado el protagonismo y la iniciativa política? Una imagen no vale más que mil palabras; vale más que mil reuniones.

Quiero elogiar, antes de nada, el talante de Pedro Sánchez, que deja enano al de Zapatero. Este chico hizo en semanas un máster de cortesía. Cuando se trata de poner cara de pocos amigos para la foto inicial, la pone como nadie: ni el día de la Moncloa ni ayer en el Congreso se le escapó una sonrisa. Pero cuando ha pasado el trance, sale del encuentro calificándolo como útil, lo cual es el colmo del buenismo. Recuerda a Tarradellas después de ver a Suárez. Y cuando le preguntan por el saludo, es el no va más de la comprensión humana: Rajoy no se dio cuenta de la mano, estaba mirando a una cámara, estaba con la mirada perdida, estaba en otra cosa, en privado se saludaron con toda cordialidad. Sánchez aprendió rápidamente que la política es el arte de la representación.

Detengámonos en la tesis de que Rajoy no vio la mano. Es improbable. Después de cuatro años de presidente, sabe que lo primero que se hace cuando se posa para la prensa con otra persona es darse la mano largamente. Como siempre hay algún periodista que no captó la imagen, se oye de fondo una voz que suplica: «Otra vez, por favor». Y los dos protagonistas se vuelven a saludar con el mismo encantamiento de conocerse. Por lo tanto, si ayer no hizo ese ceremonial, pero no había mala intención, es que realmente está en otra cosa: quizá en la prima de riesgo, quizá en las corrupciones, quizá en que engordó y lo acaba de notar al abrochar la chaqueta.

Y examinemos la posibilidad de que sí vio la mano y la menospreció. ¡Ah! Eso tiene un mensaje político. Y no es el de prometer hacerle imposible la investidura ni amargarle la vida desde la oposición. Es otro mucho más sutil: Rajoy no quiere la mano de Sánchez para un saludo pasajero. Rajoy quiere la mano de Sánchez tendida para seguir gobernando. Si la tuviera así, claro que la hubiera visto. Claro que la hubiera cogido. Hasta la hubiera besado.