El futuro de Europa se juega en España

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

29 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los ojos de Europa están puestos sobre España. Nos miran con prevención y recelo las autoridades europeas, preocupadas ante la posibilidad de que se forme un Gobierno contrario a la ortodoxia neoliberal que rechace las políticas de austeridad compulsiva que impone la troika desde el 2010. Nos miran con esperanza una mayoría de ciudadanos y también los Gobiernos de los países del sur que esperan y desean -que necesitan en realidad- que España se convierta en una pieza central en el frente antiausteridad y a favor de políticas expansivas que impulsen el crecimiento económico y el empleo.

La geografía política de la Unión Europea que sale de la gran recesión nos deja un mapa con Gobiernos de derecha en la mayoría de los países acreedores del norte y Gobiernos progresistas en los países deudores del sur. Los cambios en Francia, Italia, Grecia sobre todo y Portugal el más reciente, expresan la voluntad de cambio en una ciudadanía agotada por cinco años de austeridad, de un enorme dolor que no ha servido para nada. España era la excepción, un Gobierno de derechas en un país del sur. Y esta es una de las lecturas más importantes de las elecciones del 20D: que también la ciudadanía española rechaza esa política y quiere cambiarla.

Lo supimos con la decepción con el Gobierno de Hollande primero y lo confirmamos después con una crudeza total con el Gobierno de Tsipras en Grecia: ningún país de la UE puede aplicar una política económica radicalmente diferente a la fijada por las autoridades económicas europeas. No es posible gobernar en contra de la Comisión y del BCE. O se cambia de estrategia en el conjunto de la Unión Europea o no hay solución en un solo país.

Por eso España es la esperanza de los que quieren cambiar la triste situación en la que vive hoy Europa. Con España -la cuarta economía de la eurozona- el peso económico, demográfico y político de los países del sur cambiaría la correlación de fuerzas en las instituciones europeas. Hasta ahora, con Rajoy de escudero de Merkel, España era una cuña que debilitaba ese frente de países deudores, éramos la gran coartada para mantener una política económica y social que está liquidando paso a paso el modelo de Estado del bienestar que era la seña de identidad fundamental de nuestro continente.

Puede parecer exagerado, pero el futuro de Europa se está jugando estos días en España. Si se repite un Gobierno del PP -con o sin Rajoy, que para esto da lo mismo- estaríamos dando un golpe casi definitivo a la posibilidad de un giro social en Europa. Si, por el contario, en España hay un Gobierno progresista antiausteridad, aliado de Francia, Italia, Grecia y Portugal, empezaría a ser posible la recuperación del modelo social europeo tal y como lo conocíamos hace una década. No más, pero tampoco menos.

El PSOE y Podemos, junto al resto de fuerzas de izquierdas, deberían pensárselo dos veces antes de frustrar esta posibilidad, de decepcionar a los 11,7 millones de personas que los votaron y a millones de europeos que nos miran con esperanza porque saben que el cambio en España sería la señal para el cambio en Europa.