Pues miren ustedes, cuando hay que sacrificarse, se sacrifica uno, y ya está. Por eso, y tras consultarlo con mi familia y amigos más íntimos, he decidido proponerme como presidente del Gobierno. Yo creo que no podemos dejar que estos pobres chicos, Pedro, Pablo, carguen con todo el peso -con la valentía que ellos citan de sí mismos y que yo no dudo- de la responsabilidad de mandar.
Porque esto del mando es como cuando en casa o en el cole te pegaban y encima te decían «pues más me duele a mí». Parece que a Mariano ya le está faltando la fuerza con la que se agarra a la cornisa del rascacielos de la política, como Harold Lloyd en El hombre mosca. Y nuestro monarca, para el que Gómez Reino no tiene sitio en su agenda aunque a su título haya que añadir el cargo de jefe del Estado, anda como el asno de Buridán, atrapado por la duda entre dos cubos de heno exactamente iguales.
En realidad, lo que estamos viendo es que los políticos no se conforman con mandar un poco, como acabamos de ordenarles con nuestros votos, sino que quieren mandarlo todo. Y como por la boca muere el pez, ahora tienen que pactar con la casta que querían expulsar del templo. O al revés. Pues yo, si a ustedes no les importa, que me imagino que no, tomando la bandera del Gundisalvo de Mingote, he decidido llamar al rey mañana a primera hora. Y si la cosa va mal, siempre puedo decir que es una broma de una emisora de radio catalana. O, como gritaban los golpistas del 23F, por España, siempre por España.