Hola, 2016. Calendario nuevo, agenda nueva, panorama político nuevo y los mismos líos con que la otra noche cerramos el 2015. Los sin techo siguen sin tener techo, los parados siguen sin tener empleo, las aldeas siguen igual de despobladas y la clase política se tomó un respiro, pero sigue sin aclarar adónde nos lleva. A los periodistas nos piden en las tertulias que resumamos en una sola palabra los deseos para estos doce meses y han cambiado los términos respecto al año pasado. Ahora hemos olvidado los grandes conceptos, como libertad; las grandes inquietudes, como trabajo, y hemos dicho mayoritariamente: diálogo, estabilidad, pacto. D.E.P., las iniciales de esas tres palabras, parecen las siglas de una esquela y espero que no lo sean. No somos el CIS ni mucho menos, pero esas son las aspiraciones de la opinión publicada.
Hubo países, como Bélgica, que pasaron casi dos años sin Gobierno y la vida ciudadana continuó con normalidad y no hubo descalabros económicos. Hubo países, como Italia, que convivieron durante decenios con un marasmo de partidos y gobiernos provisionales y siguieron siendo un referente de prosperidad económica y creatividad. Hay sociedades que saben vivir sin el abrazo paternal de su clase política. Aquí, no. Aquí se pronuncia la palabra «ingobernable» y una ola de miedos inunda los mercados. Se invoca un giro a la izquierda y periódicos internacionales hablan de frenazo a inversiones programadas. Se complica el diálogo para formar una coalición y los empresarios llaman a los augures a ver qué hacen con su dinero. Y se asoma Podemos a las expectativas de un pacto con los socialistas y no faltan los aguafiestas que agitan el fantasma de Grecia. O de Venezuela, que es bastante peor.
A pesar de ese ambiente que impulsa a meterse en la cama y esperar que pase todo, hola, 2016. Bienvenido. Seguro que de peores hemos salido. Seguro que el aire de Sanxenxo habrá inspirado al presidente Mariano Rajoy alguna idea brillante para salir del laberinto. Seguro que Pedro Sánchez habrá encontrado también alguna forma de evitar unas elecciones que solo favorecerían a su gran rival, Pablo Iglesias. Seguro que alguien le hace caso a Albert Rivera para ese pacto a tres que es, en principio, la única fórmula para garantizar la estabilidad. Seguro que los de Podemos siguen avanzando hacia el posibilismo político, y así la nueva política ganará en moderación. Y seguro que pasaremos dos meses y medio en la oscuridad del túnel de los pactos, pero al final se arreglará todo.
Meto todos estos «seguros» en el cesto de los deseos del año nuevo y me encomiendo al Apóstol Santiago, que para algo este año es de jubileo extraordinario. Todo será extraordinario en el 2016.