La guerra 3.0

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

19 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Si esta es ya la Tercera Guerra Mundial, se ha cumplido la profecía de Regreso al futuro y Marty McFly habita entre nosotros escondido en Silicon Valley, mientras el doctor Emmet cabalga a lomos de su camello biónico por los desiertos de cualquier emirato megamillonario. Es la guerra 3.0 del futuro-presente-pasado, donde conviven las tres dimensiones con total normalidad. Lo malo es que por muchas veces que pisemos el mismo camino, no lo reconocemos. Repetimos la Historia sin darnos cuenta de que ya hemos pasado por los mismos sitios, caído en idénticos charcos, cometido los mismos errores y celebrado las mismas victorias. En el futuro de hoy, tenemos memoria de pez y ese tránsito que creemos hacer por primera vez, siempre nos retorna al punto de salida, y, vuelta a empezar. Ya lo hicimos en Irán, Kuwait, Irak, Afganistán, por no hablar de Vietnam o Palestina. Volvemos sobre nuestros pasos sin hacer balance de aciertos y errores. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que el problema no son las figuras chinescas proyectadas en la pared? Tenemos que determinar la responsabilidad de las manos que manejan, a su antojo, las figuras en el teatro de los horrores.

Algunos expertos en asuntos internacionales dicen que grandes potencias, como EE.UU., suelen equivocarse cuando intervienen en conflictos exteriores. En la segunda gran guerra -aliados con la URSS y media Europa- vencieron al eje fascista y al peligroso enemigo asiático, pero Corea, Indochina, Oriente Medio, e incluso la mínima Cuba, han resistido sus embates. Europa no puede compararse con la confederación. Solo somos una unión económica de estados semisoberanos que tenemos en común la moneda y la libre circulación de personas, capitales y mercancías. Nada más, pero tampoco nada menos. En el debe tenemos la carencia de una política fiscal común, de estrategias y sistemas de seguridad propios, y, por no tener, carecemos incluso de voluntad de cumplir las normas que nos damos, cuando no nos convienen. A un Gobierno díscolo como el griego lo llevamos hasta la extenuación para cumplir el pacto de estabilidad porque la austeridad prima sobre la democracia. A un Gobierno amigo como el francés le damos carta blanca para el gasto porque las prioridades se van marcando sobre la marcha. Incluso el espacio Schengen tiene límites movedizos a conveniencia de nuevos socios que ni siquiera reconocen el derecho de asilo.

Esta nueva gran guerra que ha llegado del futuro deja al desnudo nuestras miserias y debilidades. La Europa que en los años cincuenta se comprometió a que la guerra no volvería a ser parte de su historia, cayó en el lodazal de los Balcanes en los noventa y corre el riesgo de ahogarse en el tsunami del primer cuarto del siglo XXI por incapacidad para proyectar algo más que el presente para los mercados y dejar al pairo a las personas, dispuesta a volver al pasado porque el futuro es incierto. Lo único que sabemos es que pierden los pueblos porque en este casino solo gana la banca.