El correo que nunca llegó

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

11 oct 2015 . Actualizado a las 14:19 h.

Hay veces que una pantalla infunde terror. Momentos en los que se intuye la fragilidad del universo tecnológico en el que las cosas solo existen de manera virtual. Se puede dedicar una mañana completa a escribir la mejor carta de amor, a descifrar la fórmula precisa de tu existencia y que de pronto todo se esfume.

Ese instante del fundido en negro de la pantalla es devastador, una especie de muerte creativa que desata todas las sospechas que los nativos de Gütemberg mantenemos agazapadas cuando transitamos sobre un teclado. Cuando ese apagón terrorífico sobreviene es inevitable añorar el tacto confortable del papel, recordar que hay pergaminos que sobrevivieron a los siglos.

De alguna forma, esa fragilidad digital es la que acompaña al presente. A menudo parece que todo esté a punto de experimentar un catastrófico apagón, una interrupción de la corriente, un misterioso error que, ya saben, solo se resuelve de una forma: apagando y volviendo a encender.

El viernes, esa inconsistencia de lo digital a punto estuvo de convertirse en incidente diplomático. Un correo electrónico perdido en la nube mantuvo durante unas horas a Podemos como un proscrito de la monarquía. El Rey invitó a Pablo Iglesias a la fiesta de España pero la convocatoria no llegó al político al buzón correcto.

Los morados dedicaron horas a revisar sus cuentas de correo electrónico, en una peripecia surrealista que se le presenta en el momento más frágil de su corta existencia al primer partido político acunado en las alas de Twitter.

A veces se necesita sentir el olor del papel.