Cisma en Bruselas a causa de España

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

09 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En vez de elaborar unos Presupuestos del Estado como Dios manda, el Gobierno se propuso emular a las palilleiras de Camariñas y confeccionar un atractivo encaje de bolillos capaz de seducir a los electores que acudan a las urnas en diciembre. Y, claro, le salió un engendro de tapiz con más agujeros que un queso de gruyer. Admitamos que la tarea encomendada a Cristóbal Montoro rozaba lo imposible. No es fácil casar el incremento del gasto, con el fin de abonar las nuevas pensiones, descongelar los sueldos de los funcionarios y devolverles la paga extra que se les había hurtado, con la reducción del déficit público exigido por Bruselas. Resulta igualmente arduo pretender que aumenten sustancialmente los ingresos sin subir los impuestos o incluso disminuyendo el esfuerzo fiscal. Pero, afortunadamente, el papel, como los programas electorales, soporta cualquier ensoñación.

El problema surgió a la hora de comercializar el producto. No en el mercado doméstico, donde se impuso la fuerza de los votos: la mayoría parlamentaria, sin necesidad siquiera de examinar la mercancía o de observar sus deficiencias, se limitó a arrojar al cubo de la basura unas cuantas enmiendas a la totalidad y miles de enmiendas parciales. Y santas pascuas.

Pero, de repente, cuando ya el programa económico-electoral del PP está listo para salir del horno, el comisario Pierre Moscovici detona la bomba. España no cumplirá su compromiso de reducir el déficit público con esos Presupuestos. Es decir, Rajoy no puede hacer lo que promete hacer -bajar impuestos o pagar más a los funcionarios, pongamos por caso- sin vulnerar el protocolo de déficit excesivo prescrito por Bruselas. Las cuentas públicas españolas son irreales y deben ser modificadas por el Gobierno que salga de las urnas el 20-D. El programa presupuestario que plasma la recuperación solo es papel mojado.

Esto sucedía el lunes. Al día siguiente, frenéticas gestiones de Luis de Guindos por medio, Wolfgang Schäuble puntualiza: los argumentos de Madrid son «buenos y sólidos». Sorprendentemente, el ministro alemán aparca su proverbial rigidez y se muestra flexible: «No vamos a cumplir enteramente con nuestras obligaciones dentro del Pacto de Estabilidad y Crecimiento». Bastaron sus palabras para que la Comisión Europea plegase velas y aplazase su sentencia definitiva sobre los Presupuestos de Rajoy.

Curiosamente, Pierre Moscovici ha sido desautorizado por aplicar estrictamente la política de austeridad impuesta por Berlín, pero olvidando los intereses electorales de los conservadores españoles. Me parece estar oyendo, entre bastidores, el morrocotudo cabreo de Herr Schäuble:

-Pero este chico, ese tal Moscovici, ¿qué pretende? ¿Acaso se propone abrirle las puertas a la Syriza de España? ¿Qué otro partido nos garantiza mejor que el PP la continuidad de la consolidación fiscal? ¡Francés y socialista!, ¿qué se podía esperar de él con tales credenciales?