En España tenemos 471 multimillonarios confesos: todos ellos reconocen poseer un patrimonio superior a 30 millones de euros. Algunos, muchísimo más. De hecho, su base imponible media -apenas un pálido reflejo de su riqueza total- supera en promedio los 65 millones de euros. En el 2007, cuando asomaban por el horizonte los nubarrones que vinieron a estragarnos la fiesta, había 233 multimillonarios de ese nivel en España. En seis años, pues, se duplicó la especie: un signo más de que las cosas marchan francamente bien. Para algunos.
Mariano Rajoy debería incluir el dato en sus prédicas electorales. España vuelve a ser, si es que alguna vez dejó de serlo, un país pleno de oportunidades. Una nación proclive al pelotazo. Lo constataba el socialista Carlos Solchaga hace dos décadas: «España es el país donde es más fácil enriquecerse en menos tiempo». La estadística, basada en las declaraciones del impuesto sobre el patrimonio del 2013, certifican que conservamos nuestra esencia. Hay más potentados que nunca. Y aún se queda corta la Agencia Tributaria: muchos no declaran y quienes lo hacen declaran menos de lo que tienen. Son todos los que están, pero no están todos los que son.
Rajoy dispone de una buena baza electoral, a condición de no entrar en pormenores. Como el paisano que, al ser preguntado cómo se encuentra, responde: «Bien, siempre que no entremos en detalles». Lo que importa, al evaluar la salud o el expediente académico, es la media. Utilizando ese baremo, los españoles medimos 174 centímetros -las mujeres, 163-, dormimos la siesta, comemos paella y bailamos sevillanas, cobramos sueldos de 22.606 euros anuales y nuestra renta crece a un ritmo superior al 3 %. Una tarjeta de visita sin tacha que constituye un poderoso reclamo electoral.
Solo algunos pijoteros de dudoso patriotismo, incapaces de observar la situación en términos «nacionales», entran en detalles. Pretenden sustituir el diagnóstico positivo por una enumeración de achaques insignificantes. Utilizan el INE para recordar que en el 2013, mientras se expandía el número de multimillonarios, el riesgo de pobreza o de exclusión social alcanzaba al 29,2 % de la población. Echan mano de la encuesta de costes laborales para demostrar que, desde el 2011, el salario medio descendió un 5,4 %. Resaltan, con el indisimulado placer del aguafiestas, que los directivos de las 35 empresas del Ibex incrementaron sus remuneraciones más de un 10 % en el mismo período. Y subrayan que el salario medio -23.892 euros en el 2011, 22.606 en el 2014- es fruta codiciada pero prohibitiva para millones de trabajadores.
Cada nuevo indicador que se publica confirma y enriquece la teoría del túnel de la crisis. La teoría indica que algunos comienzan a ver la luz de la salida y muchos otros yacen sepultados en el interior de la lúgubre galería. Queda todavía una tercera especie: la integrada por quienes jamás entraron en ningún túnel. 471 de ellos ya han confesado.