La realidad negada a los ciudadanos

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

28 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La situación en la Unión Europea de una Cataluña independiente sería tal como la describió el ex ministro José Borrell. Primero, salida automática, con pérdida de todos los beneficios que supone ser miembro de la Unión. Segundo, solicitud de ingreso, que tiene sus trámites. Y tercero, aceptación de la candidatura por unanimidad de todos los miembros de la UE. Cuánto tiempo se tarda en ese procedimiento es algo que no está escrito, pero son años. Y en cuanto a la unanimidad, seguramente se consiga, pero al revés: unanimidad en el rechazo, porque no acabo de ver a ninguna nación con problemas territoriales dispuesta a alentar movimientos separatistas demostrando lo fácil que resulta salir y entrar en el club europeo.

Esto es así. Por tanto, Cataluña se enfrenta a un gravísimo riesgo de exclusión de las instituciones comunitarias, desde luego temporal. Y lo peor es que quienes promueven la ruptura con España, empezando por quien quiere darle «una patada en el culo» al Estado, lo saben. Naturalmente que lo saben, porque se lo dijeron todas las autoridades de Bruselas. Sin embargo, se niegan a aceptarlo. Y cuando un despistado como el presidente de la Asamblea Nacional Catalana tiene la debilidad de aceptarlo en una entrevista radiofónica, a las pocas horas tiene que desmentirse a sí mismo. ¿Acaso porque le vino una luz superior que lo iluminó? En absoluto: si se ha desdicho, es porque le han obligado. Le han exigido que no estropee el bello discurso de la felicidad total que traerá la independencia. A esos políticos les llamó Borrell «embaucadores». Con toda la razón.

Naturalmente, es posible reclamar la separación de España, pero con una condición: que se cuente la verdad a los ciudadanos. Es decir, que se abra un debate honrado donde se expongan las ventajas de la ruptura, pero también los inconvenientes. Ni siquiera les pido a los señores Mas y Junqueras que sean ellos los que hagan esa labor divulgativa, no soy tan ingenuo. Pero sí se les debe exigir la actitud democrática de dejar libertad de exposición a quienes, siendo nacionalistas, son honestos ante las preguntas de los periodistas. Y esa actitud democrática no existe. El independentismo tiene el práctico monopolio del discurso en Cataluña. Y el Estado, ay el Estado, parece maniatado, sin otros recursos que los del señor Rajoy cuando asegura que no quiere a Cataluña fuera de la Unión Europea. Eso es todo o, por lo menos, esto ha sido todo hasta ahora.

De esta forma, una parte de la sociedad catalana se encamina hacia unas urnas plebiscitarias guiada por unos iluminados que difunden una Cataluña sin paro, sin recortes, sin enfermedades, la reedición del paraíso terrenal. ¡Qué decepción van a provocar!