La solución correcta al presupuesto del 2016

OPINIÓN

06 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Resulta sorprendente que en un país como el nuestro, que estuvo gravemente afectado por los caóticos calendarios presupuestarios, y que ahora empieza a elaborar las cuentas del Estado con regularidad germánica, se esté levantado una ola de protestas contra la decisión de aprobar los presupuestos del 2016 antes de disolver las Cortes. En dichas críticas, además de dar por hecho que la derrota del PP es inexorable, también se asume la idea de que los presupuestos, en vez de estar al servicio de la nación, están al servicio del Gobierno. Y por eso se le pide a Rajoy que, en vez de gobernar como Dios manda, adelante el previsible desgobierno y la brusca ruptura de este ciclo económico para aumentar las opciones electorales de la amalgama de izquierdas.

La tendencia de los grandes países es la de legalizar al máximo el ciclo presupuestario, sin supeditarlo a los vaivenes electorales. Porque no tiene ningún sentido que la alternativa a la aprobación de los nuevos presupuestos sea la prolongación por más de medio año de los actuales, y porque nadie puede defender en serio que la pauta democrática consiste en la interrupción brusca y artificiosa de los ciclos políticos y económicos -pasar de PP a Podemos en 24 horas- en vez de reforzar los cambios de onda larga que el buen sentido aconseja. El hecho de que Rajoy apruebe en octubre su quinto presupuesto, que algunos consideran una anomalía, no se debe a que esté forzando la legalidad o los usos parlamentarios, sino a que Zapatero, en su largo y pasivo derrumbe, renunció a hacer en tiempo y forma los presupuestos del 2012.

Lo que cabe defender es que los presupuestos que hayan de elaborarse al fin de cada legislatura procuren un plus de consenso, sin que en ningún caso quepa interpretar que las mayorías deben ceder el timón a las minorías y anticipar -por si suena la flauta- sus caóticas propuestas. Por eso carece de sentido que la opinión publicada esté transmitiendo la sensación de que Rajoy actúa con criterios electoralistas por negarse a aumentar la sensación de caos que las izquierdas plurales necesitan, o porque no se deja influir por actores políticos tan relevantes como Alberto Garzón, la CUP, algunos académicos que confunden el consenso con la política, y grupos tan guais como Compromís, las mareas y los nacionalismos en declive.

Lo que Rajoy quiere hacer este año es el inminente futuro de una UE que no puede gobernarse con ciclos presupuestarios irregulares y autónomos. Porque lo anómalo no es hacer las cosas de acuerdo con las previsiones legales, sino encontrar en cada vaivén de la política una razón suficiente para romper el orden intrínseco del sistema. Así que esta vez, espero, lo vamos a hacer muy bien, aunque haya muchos que siguen empeñados en que esta regularidad del ciclo presupuestario no vuelva a repetirse.