En la madrugada del 4 de junio del año 2011, caminaba yo por una de las callejas cercanas a la puerta de Alcalá, en Madrid, donde me encontraba de editor feriante. Y al doblar una esquina me topé de pronto con un inmenso y negro silencio. Allí, ante la embajada francesa, se encontraban varios miles de personas provenientes de la marea que acampaba en Sol. No decían nada, simplemente mostraban su protesta con su presencia. Muchos de ellos ahora son gobernantes e intentan organizar lo público sin traicionar aquel espíritu colectivo. Pablo Iglesias, en cambio, no. Pablo Iglesias se ha puesto delante. En Galicia, desde los Irmandiños, ha habido siempre mareas. Hoy, por ejemplo, se está celebrando Muros mira ao mar, que saca a todos los muradanos a la calle. Una fiesta vecinal en que se muestra el orgullo de vivir en esa villa histórica cuya conservación debería ser un ejemplo para todos. Y mientras Pablo Iglesias se sube a un pedestal, Mariano Rajoy saca de su armario las corbatas de siempre, que se vuelven a poner de moda. Porque Rajoy Brey sabe que cuando la corriente te lleva lo mejor es no resistirse para sobrevivir. Recuerda el presidente a esos corredores que aguantan durante largo tiempo hasta que, muy cerca ya de la meta, aprietan el paso y acaban ganando la carrera. Pero además Mariano tiene el viento a favor. El viento de las cifras. Y por eso ha empezado a esprintar bajando impuestos.
Deberían tomar nota los bañistas de la playa del Matadero.