Elegía por el macho alfa

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

12 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuenta George Packer, autor de uno de los perfiles más certeros que se han escrito sobre la canciller, que cuando Angela Merkel era una inofensiva niña recluida tras las fronteras de la República Democrática Alemana, en una de las clases de natación a las que asistía con sus compañeros de la escuela de Templin permaneció durante una hora de pie en el trampolín. Hasta que sonó la campana. Solo entonces saltó. Si yo fuese Alexis Tsipras anotaría en la libreta este dato, digno de una secuela berlinesa del entrenamiento de Karate Kid, a la hora de enfrentarme a una mujer que ha cultivado con una destreza inaudita el arte de sentarse y esperar a ver cómo desfilan, uno tras otro, los cadáveres de sus enemigos.

Si en algo se ha especializado esta física, doctora en química cuántica por la Universidad de Berlín, es en la captura y posterior deglución de los machos alfa que han tenido la osadía de cruzarse en su camino. Todavía no ha doblado la rodilla de Putin, el macho alfa por excelencia de la manada internacional, pero acaba de añadir al indomable motero Varufakis a las muescas de un revólver que ya se había cobrado las vidas políticas de tipos de pellejo duro como Gerhard Schröder, Silvio Berlusconi o Helmut Kohl, al que aniquiló con un simple artículo de opinión (mucho ojito) publicado en el instante exacto en el Frankfurter Allgemeine Zeitung.

A Merkel le llevó menos de un año pasar de ser una anodina investigadora en la Academia de Ciencias de Alemania Oriental a convertirse en ministra del primer gabinete de Kohl en la Alemania reunificada. Y eso que el 9 de noviembre de 1989, cuando el Muro se vino abajo, la doctora Merkel se largó con una amiga a la sauna, como solía hacer todos los jueves, y solo al día siguiente se dio un paseo con su hermana por el sector occidental de Berlín para comprar unos jerséis. En esa impasibilidad ante la historia recuerda al Mariano Rajoy que, cuando en el verano del 2012 la prima de riesgo superó los 600 puntos, replicó con pachorra a sus asesores: «Ya bajará».

Porque esta señora de peinado medieval a la que en Alemania apodan Mami se camuflaría sin problemas entre las venerables anticoaguladas que vienen a jugar a la brisca con la abuelita, pero resulta que tiene un retrato de Catalina la Grande en su despacho y su biografía hace que House of Cards parezca un lastimoso episodio de Heidi.

A Tsipras le planteará hoy una última oferta que no podrá rechazar. Y ni siquiera le hará falta dejar una cabeza de caballo cortada sobre la almohada del griego.