Elogio de la verbena

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

04 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde comienzos de mayo hasta San Lucas, cuando ya el otoño viró a sepia la postal amable del verano, Galicia es, en afortunada definición de Jorge Víctor Sueiro, una romería interminable, en loor y gloria de santos patronos, vírgenes autóctonas en su advocación, y otros pretextos varios.

Dos elementos esenciales no pueden faltar en las fiestas gallegas: los foguetes anunciando en el cielo de los valles que es día grande en la parroquia y la verbena que se inicia cuando ya la tarde despliega el toldo de la noche.

Leo una nota crítica de la Asociación de Músicos e Cantantes da Verbena Galega (Amusica), que es algo así como Galicia Calidade pero escrita en el pentagrama y con secciones de metal, cuerda y percusión arropando al vocalista y sus partenaires, que suelen ser unas mozas que dibujan coreografías en el palco, en los megatráileres que se instalan en o campo da festa y son un espectáculo en sí mismo. Pues bien, la asociación denuncia la persecución fiscal a que son sometidas las orquestas gallegas, que tienen que aplicar un IVA del 21 % y precisan de una regularización sectorial, pues son contratadas por comisiones de fiestas sin ánimo de lucro y pagan con dinero recogido entre los vecinos puerta a puerta.

Andan revueltas las aguas musicales de las trescientas orquestas gallegas que dan trabajo estacional a cuatro mil profesionales.

Yo reivindico estas formaciones, en especial a las más modestas, aquellas que tienen un caché que no pasa de los tres mil euros, las que además de animar la kermesse tocan en la misa y son la banda sonora de la procesión al mediodía antes de iniciar la sesión vermú.

Celebro la conmoción musical del primer pasodoble, el derroche de voz cantando baladas de Nino Bravo, o el tema de Titanic, para luego inundar la noche con bachatas y reggaeton, cumbias y merengues, hasta que se asoma el alba.

Me interesa el fenómeno sociológico de Panorama, París de Noya, El Combo Dominicano o la orquesta Filadelfia, con su dosis de música enlatada y su nueva concepción de montajes de vanguardia, con largas parrafadas entre tema y tema, vulgares y populistas, que recuerdan a la arcaica convocatoria de Barriga Verde revisitado. Yo estoy más cerca de la propuesta de las orquestas que han sobrevivido al espectáculo paramusical, sigo cercano a los Satélites, Sintonía o Compostela, y a las pequeñas bandas como los Players.

El elogio de la verbena es una deuda colectiva de todos los gallegos, nuestra memoria sonora, volver a enamorarse bailando, volver a escuchar con los ojos cerrados cuando en el cielo se despiertan las estrellas, los ritmos que han crecido con nosotros. Yo, cuando el verano me acerca a sus sonidos, escucho en la lejanía cómo suena en mi cabeza Cerezo rosa y vuelvo a tener dieciocho años en mis recuerdos y en mi corazón todavía adolescente.