Grecia ya está en el peor escenario

OPINIÓN

02 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El resultado de la fallida negociación entre Grecia y la UE puede resumirse en la evidencia de que el país heleno está gobernado por el tarambana Tsipras y el iluminado Varufakis, que convencieron a sus paisanos de que Grecia es el ombligo del mundo, y que disponen de un potencial de chantaje suficiente para poner de rodillas a Bruselas y expandir a toda la UE ese socialismo paternalista en el que todos cobran sin que nadie pague.

Para que este paraíso sea posible, tienen que obligar a los que están instalados en el rigor político y económico -alemanes, holandeses, suecos, portugueses, españoles y gente así- a pagar un impuesto revolucionario que sirva para amortiguar las destructivas ondas sísmicas que emite Atenas cada vez que queda vacía la caja del Estado. «Si no me dais lo que pido -dice Tsipras- tiro el tablero». Y tanto el buenismo mediático como el academicismo utópico, enardecidos por las soflamas redentoras de Stiglitz, empiezan a exigir que todos los países que no estén arruinados se arrepientan de sus pecados y le devuelvan a Grecia el bienestar y la dignidad que les hemos robado.

Esta devolución solo se puede hacer mediante la ingeniosa fórmula de los rescates sucesivos e incondicionados, cuya eficacia debe complementarse con quitas a la deuda soberana -¡vaya sarcasmo!-, que solo pueden correr a cuenta de los gilipollas que pagan impuestos y aceptan reestructurar y ajustar sus economías nacionales para pagarse su bienestar y sus servicios. Porque en este marxismo judeocristiano que nos invade, cuya nómina de profetas va desde el papa Francisco hasta Krugman, la culpa de los impagos la tienen los que prestan dinero, y la responsabilidad de la pobreza solo corresponde a los que más trabajan y mejor se administran.

Basado en este buenismo metafísico que se transmite desde los parlamentos mediáticos y desde las aulas de ciertas universidades, Alexis Tsipras hizo suya la traducción populista de la regla de San Benito -«a Dios rogando y con el mazo dando»-. Y, mientras le pide a la diosa Merkel otra limosnita provisional de cincuenta mil millones de euros, mantiene vivo el atrabiliario referendo que convocó para enfrentarnos a los griegos empobrecidos y para hacernos sentir los asquerosos culpables de su personal fracaso.

La Grecia de Tsipras no tiene ninguna salida, porque, con pacto o sin pacto, ya no es viable ni creíble, y su única pretensión es ir de rescate en rescate hasta la quiebra final. Y su única esperanza está en que, si cometemos el estúpido y evidente error de comprarles este disparatado discurso, quedaremos atados a los rescates, a las quitas, a Podemos, a Cameron, a Mas, a los popes, a Putin y a Varufakis para toda la vida. Un escenario que no debemos descartar, porque detrás del buenismo contemporizador siempre acechan grandes terremotos.