La combustión de un habano

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

18 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando los todólogos tratan de anticiparse a los movimientos de Mariano Rajoy, suelen cosechar el mismo resultado que la defensa del Athletic en ese gol de Messi que Balenziaga todavía está intentando entender con la ayuda de diagramas y mapas coloreados del Nou Camp. Y no fracasan, claro, porque el presidente del Gobierno tenga como Leo el don de la imprevisibilidad, sino precisamente porque es exasperantemente previsible. Y justo eso, que en el césped es el regalo que el central tosco le pide siempre a los Magos de Oriente, en la cancha de lodo y pedruscos de la política -donde todos se tientan la espalda para ir arrancándose las facas que les dejan en la chepa sus compañeros de filas- es un arma letal.

Mariano Rajoy es nuestro Bartleby, ese escribiente de Melville que preferiría no hacerlo, solo que en lugar de mirar por la ventana hacia los muros de Wall Street mira el Atlántico desde su apartamento del Silgar. Y de ese cruce existencial entre el pensamiento zen y el mar de Sanxenxo salen frases antológicas para vacilar a los periodistas cuando se ponen preguntones sobre la inminente (o no) crisis de Gobierno:

-No sé de dónde ha salido eso.

Al arte de quedarse quieto para ver cómo los demás van cayendo en los errores de la impaciencia y la precipitación los gurús de la cosa le llaman «medir los tiempos» y en eso de medir los tiempos, hay que admitirlo, Rajoy es el gran maestro Jedi de la galaxia.

Frente al frenesí del clic, mientras nos despeñamos a toda velocidad por los tuits, los megustas y los guasaps, hay un señor en la Moncloa que no mide el tiempo por los megas del 4G, sino por la lenta combustión de un habano.

Aunque ha abandonado su antiguo oficio de fumador de puros, Rajoy todavía calcula mentalmente sus ritmos con un cronómetro de humo, lo que desquicia sin remedio a amigos y enemigos, demasiado precoces para la herrumbrosa pachorra analógica del presidente.

En Puro humo, Guillermo Cabrera Infante revela que el habano que más dura del mundo es el Montecristo A, que puede tardar hasta tres horas en convertirse en ceniza. Son las tres horas que la sangre fría de Rajoy le lleva de ventaja a sus acelerados perseguidores.