El país de la gran indecisión

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

20 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Si es cierto lo que se dice, España tiene un grave problema de identificación política. Lo que se dice es que la campaña electoral está enfocando su final con un porcentaje de indecisos que oscila entre un 30 y un 45 por ciento. Supongo que depende de zonas del país, y Galicia, según la encuesta de Sondaxe, sería una de las comunidades donde más gente tiene decidido su voto. La horquilla 30-45 es muy amplia, pero si la damos por buena, significaría varias cosas.

La primera, que casi la mitad de la población no sabe a estas alturas a quién votar. Parece increíble, pero al mismo tiempo tiene lógica, porque la aparición de nuevos partidos no facilita la elección, sino que la complica. A más opciones, más dudas, y ninguna opción ha sabido seducir de forma efectiva al grueso del censo electoral.

La segunda, que el inexistente partido de los indecisos sería el mayor de España. Es una censura nada encubierta a todos los partidos inscritos, que no saben inspirar confianza a los electores. Lo es también a los medios informativos, que no han querido o no han podido mostrar debidamente las ofertas o los motivos para la desafección. Y es el caldo de cultivo de sabe Dios qué estados de ánimo de la sociedad.

La tercera, que algo pasa en la vida española para que ningún partido convenza a tanta gente. Solo hay una explicación razonable: los tradicionales han provocado decepción o desencanto o son incapaces de presentar una cara atractiva, y los nuevos todavía les parecen verdes a los electores. El fogonazo inicial de Podemos produjo todo el resplandor a la espera de nuevos impulsos y Ciudadanos está mostrando sus debilidades.

La cuarta, que el ciudadano se reserva su opinión aunque la tenga, porque le da vergüenza confesarla y ese sería el voto oculto. Como los votantes de Podemos y Ciudadanos sí confiesan su intención y la confiesan con orgullo, el beneficiado del voto vergonzante sería el Partido Popular, pero con un motivo de reflexión futura: si a la gente le da vergüenza decir que vota PP, algo vergonzante hay en ese partido. Solo se le presta el sufragio hasta encontrar algo mejor.

Y la quinta, que son inútiles las encuestas, porque cualquier oscilación en tan alto porcentaje puede alterar la más acertada y rigurosa previsión. Cualquier pequeño incidente de un candidato, cualquier mala noticia de un partido puede orientar el voto en cualquier dirección. Lo importante ahora mismo es no cometer ningún error que, encima, aparecería agrandado en los medios informativos.

Y hechas estas elementales anotaciones, este cronista se dispone a esperar al día 24 dispuesto a cualquier sorpresa. Incluso a que vuelvan algunas de las mayorías absolutas que todos hemos enterrado vivas.