La verdadera intermodalidad del transporte

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

15 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Viajar en tren de Santiago a A Coruña lleva 28 minutos, pero ir desde la estación hasta mi barrio en el autobús lleva tres cuartos de hora. Y si es hasta Oleiros o Cambre, ayuntamientos limítrofes, el tiempo es de una hora o más. Estos datos ponen en evidencia cuál es el principal problema de la denominada intermodalidad del transporte de viajeros en nuestras ciudades: la falta de conexión del tren con el transporte urbano y el interurbano.

Y, sin embargo, de lo que se está hablando es de gastarse más de 150 millones de euros en construir una estación «intermodal». Otra vez lo mismo: la obra faraónica, la firma de los arquitectos famosos, la especulación, la complicidad entre el lobby de la construcción y el poder político. La estación del tren de A Coruña ya dispone de toda la infraestructura necesaria -las vías y los andenes- para todos los trenes presentes y futuros. Por lo tanto, los 150 millones de euros de dinero público que se quieren gastar allí no son para mejorar el tráfico ferroviario, sino que en lo fundamental serán para construir un nuevo espacio comercial, con hoteles, tiendas y hostelería. Otra vez el modelo irracional ya fracasado de la burbuja.

La obsesión por las estaciones intermodales no es exclusiva de A Coruña, sino que se trata de una enfermedad que afecta a casi todos los alcaldes de las ciudades que se han incorporado recientemente a la modernización del ferrocarril en Galicia. Entre sus preocupaciones no está cómo mejorar la conexión entre el tren y los autobuses para hacer la vida más fácil a los ciudadanos usuarios, sino en un nuevo pelotazo urbanístico y en la foto al lado del arquitecto de fama internacional, que se llevará una buena cantidad de millones de euros.

A Coruña, y el resto de las ciudades, no necesita ni demanda actuaciones de este tipo. Lo que hace falta es algo mucho más simple, barato y eficaz: disponer de un servicio de autobuses urbanos y metropolitanos que permitan aprovechar de verdad las mejoras en el transporte ferroviario para no perder el tiempo que se gana con el tren. Que no nos engañen: la verdadera intermodalidad en nuestras ciudades es un servicio de autobuses con más líneas, más barato, con mejores frecuencias, con menores tiempos de recorrido, que dispongan de carril bus dándole prioridad al transporte público y, sobre todo, conectando la estación con varias líneas hacia todas las zonas de la ciudad y de su entorno, asegurándose de que hay un autobús esperando cada vez que llega un tren a la estación. Los varios cientos de millones de euros que se quieren gastar en las estaciones de diseño aplicados a estos fines mejorarían de forma espectacular los tiempos de viaje y con ello la vida de la gente.

En estos años hemos visto a demasiados ayuntamientos recortando en los servicios más necesarios para los ciudadanos, pero que se apuntaron sin reparos a infraestructuras caras y de dudosa rentabilidad económica y social. Las corporaciones municipales que salgan de las elecciones del próximo día 24 tienen la obligación de cambiar esta situación, apostando por las necesidades reales de los vecinos, liberándose de la presión del lobby constructor para poner los recursos disponibles en beneficio de la ciudadanía.