La desdicha del indolente

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

11 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

No dejan de sorprenderme aquellos que poseen el don de la indolencia. Esos a los que nunca les importa nada. Los que se plantan ante el televisor y dejan correr la inmundicia por su carne como si fuese un baño de barro. Se habla de la diversión, o el ocio, como si fuesen una categoría ontológica y representan, en realidad, la prevalencia infausta de Bartleby. Era el oficinista del cuento de Melville: el hombre que prefiere no hacer. El ocio se ha convertido en eso: anular nuestra capacidad crítica hasta límites inimaginables. Se ha elevado el techo de la no inteligencia. Y esta eterna campaña electoral, que no terminará hasta que el Parlamento de Madrid proclame la nueva presidencia de España, es el marco idóneo para desarrollar este defecto de la contemporaneidad. Es el pan y circo de los romanos: la plebe entretenida mientras los prebostes de Roma hacían y deshacían a sus anchas. No es la nuestra la sociedad del bienestar, sino la sociedad de la anulación del individuo. Nos han anestesiado porque ya no somos capaces de pensar por nosotros mismos. El Gran Hermano de Orwell son la política y la televisión: nos controlan. La indolencia de Bartleby es lo que se fomenta y eleva. Quizá por ello admiro cada día más la libertad que otorga el periódico. La diversidad de opinión, el análisis diferente. Leer el periódico es un acto de fe en el criterio. La dicha de no ser un indolente.