Afirmación rotunda en un vídeo de precampaña del PP, colgado en su web: «Hemos conseguido un país más justo». Aunque está más o menos aceptado que en campaña todos exageran, con esta frase, aparentemente tan redonda, parece que se han pasado un pelín. Que se lo pregunten a quienes elaboran esas clasificaciones de aumento de diferencias sociales en las que España ocupa lugar destacado. O a quienes desistieron de defender sus derechos por las tasas judiciales ahora retiradas. O a los inmigrantes privados del derecho a la sanidad por no tener papeles. O a los trabajadores que han visto recortados sus derechos con la reforma laboral.
También se asegura, con la misma rotundidad, haber conseguido «un país de oportunidades». Da la impresión de que no estarán muy de acuerdo con esa afirmación los miles de jóvenes sobradamente preparados que han tenido que buscarse fuera de nuestras fronteras la oportunidad de trabajar que aquí se les sigue negando, o a quienes ha dejado en el paro la subida del IVA cultural que el Gobierno sigue meditando si suaviza.
Quienes reivindican para sí la voz de la experiencia como aval para que los ciudadanos les vuelvan a otorgar su confianza y llaman a desconfiar de los amateurismos en política (¿solo valen políticos profesionales?), no parecen haber medido bien las reacciones que frases aparentemente tan redondas y eficaces pueden tener.
No les vendría mal un poco de modestia. Como la de Manuela Carmena, por ejemplo, que se limita a llamar a construir en Madrid una «ciudad del abrazo y la democracia». Claro que ella no puede presumir de tantos éxitos como los logrados en estos cuatro años.