El hundimiento

Jaime Miquel
Jaime Miquel TRIBUNA

OPINIÓN

10 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Venimos advirtiendo en estas páginas, desde hace unos tres años, que la realidad electoral se estaba poniendo al bies de la cultura política del sistema en su conjunto. Pues bien, ya ha sucedido, pero como esto significa la quiebra del modelo de negocio, nadie se da por aludido, e incluso la orquesta socialista toca sobre cubierta. Ganaré con una mayoría amplia, gobernaré en minoría, paseíllo triunfal perdiendo cien mil votos y finalmente, sean responsables con Andalucía; esta es la secuencia de Susana Díaz. El PP y el PSOE solo organizan a los electores de más edad, la mitad más joven del censo elige masivamente las propuestas nuevas y omitirlo es desinformar deliberadamente sobre lo que está sucediendo.

El viejo bipartidismo se hunde reconcentrado en sus esencias, al tiempo que emergen Ciudadanos y Podemos como alternativas de reemplazo, para terminar con esta situación. Esto es lo que está sucediendo, pero miran para otro lado cuando hay que hacerlo de frente, y es por esto que son electoralmente incompetentes y van dando palos de ciego pensando que el administrado es un ignorante. No es una cuestión de comunicación, es que no son convergentes, su cultura política es predemocrática y lo explicamos de forma sencilla con un doble ejemplo.

¿Son Esperanza Aguirre y Rita Barberá idóneas para representar a las personas? Rodeadas de encarcelados, imputados, investigados y presuntos inocentes, en Dinamarca o en Alemania sería inconcebible esta designación. Es una españolada mayúscula. ¿Tiene que decir un juez que los señores Chaves y Griñán no son de fiar para que se marchen a sus casas? En Holanda o en Finlandia nadie les diría nada, porque no tendrían vergüenza para continuar en la política activa: permanecer sin prestigio no es convergente.

La generación más joven no es pasiva respecto de lo público, como somos masivamente las precedentes, y está asaltando las instituciones organizándose ex novo. No es otra cosa, se termina el despotismo de la España de los castillos, conjunto de municipios autónomos que no se pueden agregar porque cada cual lo tiene organizado a su manera. Se terminó la ignorancia, el que inventen ellos, el aquí mando yo o que me lo diga un juez. Y lo llaman desafección, lo que es condescendencia y burla para esta gente, que lidera a las generaciones precedentes con un nuevo pensamiento de lo público. Es un juicio sumarísimo que define la ruptura definitiva con una clase política convencional, percibida como privilegiada y tramposa, que se ha gastado en juergas los ahorros de los abuelos, entre otras fechorías.

El PP y el PSOE son percibidos como iguales, lo mismo, lo viejo, lo despótico, dogmático y desleal, lo tramposo y lo corrupto, votado por los mayores y los peor formados, clavados en el siglo XX y detestados por una nueva mayoría social que impondrá sus condiciones, y esto empieza por Andalucía. Nada es para siempre, fíjense en la URSS, abran bien los ojos porque esto se termina este año.