Los lunes son lunes. Da igual al sol que a la sombra. Parecen menos lunes cuando la noche anterior se celebraron unas elecciones en Andalucía y el derbi de los derbis. Hay tanto que comentar que parece que la cuesta arriba de los lunes es menos empinada. Pero hay algo en los lunes que los hacen agotadores. Tal vez sea que el lienzo de la semana está entero por pintar. Ahí es donde conviene darle la vuelta al concepto lunes. Los minutos de un lunes son iguales que los de un jueves o que los de un viernes o que los de un sábado o que los de un domingo. Solo somos presente. Ya saben, el presente, un regalo. El único que tenemos a mano, el que nunca falla. Este segundo en el que yo tecleo y ustedes leen. Somos el segundo que pisamos. Es cierto que hay lunes horribles. Lunes que parecen un desierto. La primera hora de un lunes retomando el trabajo y atrapado en un atasco o enlatado en el metro nos puede hacer zozobrar. Nos puede hacer pensar en un descorazonador de piñas para sacarnos el corazón y la sangre triste. Pero es ahí donde tenemos que recordar que el hombre es sentimiento y hambre. El hombre es emoción. También los lunes. También los lunes atrapados en el atasco o enlatados en el metro. Dejemos el descorazonador de piñas para las piñas. Y hagamos que el rumor de la sangre corra fresco, sin el plomo de la tristeza. Los lunes después de una elecciones en Andalucía o de un derbi son menos lunes. La cara de lunes no existe. ¿Pensarías en que es lunes si supieses que es tu último lunes? No. Los lunes son iguales que los viernes. ¿Por qué no?