La puerta del tiempo

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

15 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Atraganté la cena viendo el horror del llamado Estado Islámico rebanando cuellos, secuestrando niñas, destrozando la ciudad asiria de Namrud, la milenaria Hatra, el museo de Mosul y las estatuas de Nínive y, justo después, vi la nueva serie de TVE, El ministerio del tiempo, en la que sus protagonistas acceden a otras épocas a través de puertas que conectan el hoy con el ayer. Algo de eso pasa en este mundo en el que también viajamos a otras épocas, pero a través de la puerta de embarque. Pasamos del siglo XXI la Edad Media, y vicerversa, con solo tomar un avión a cualquiera a los países asolados por el Estado Islámico.

Occidente navega entre el islamismo radical y la islamofobia. Coincido con las tesis de Peter Frost, que cuestiona las manidas explicaciones de que la violencia de ciertas minorías étnicas está relacionada con la religión o la desigualdad, apuntando a que más bien se trata de culturas que no han sufrido el proceso genético de abolición de la violencia, delegándola en manos del Estado.

La cultura europea es antiviolenta porque hemos incorporado la idea de que la violencia no es legítima. La contradicción irrumpe cuando en nuestro entorno una cultura que legitima la violencia coexiste con otra que la deslegitima.

Es fácil de entender entonces que el primer grupo la ejercerá contra los segundos no solo por odio, sino por ser blancos tan fáciles como una foca bebé. El EI no dispone de los clásicos inhibidores intrapsíquicos de la culpa y la vergüenza necesarios para controlar la violencia más allá de sus propios miembros.

La vergüenza es etnocéntrica mientras que la culpa es mundocéntrica. Occidente se siente culpable y el sentimiento de culpa lo paraliza ante esta violencia atroz.

Navega entre la Escila y Caribdis del sentimiento de culpa por los brotes domésticos de islamofobia y por la culpa de sentirse responsable de la violencia del islamismo radical. Es la culpa operando en lo colectivo y así se manifiesta, en un no querer ver, no querer saber y en un no hacer.

Curiosamente ningún musulmán siente culpa, ni vergüenza fuera de su grupo.

Tendremos que pensar que la tolerancia occidental frente a tantas barbaridades junto al suicidio demográfico que amenaza occidente, solo nos lleva a aquello que escribía Toynbee acerca del Imperio Romano: «El imperio romano no cayó porque sus cuadradas legiones se habían vuelto menos cuadradas, sino porque la caída demográfica - y el bienestar- había hecho posible que ya no hubiera más legionarios. Se reclutaban bárbaros, incluso proclamándolos, sin comerlo ni beberlo, ciudadanos romanos. Cuando los bárbaros se dieron cuenta que eran la mayoría, tomaron el poder».

Y acabaron con todo.