Entre la ética divina y la envidia puñetera

OPINIÓN

12 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

De repente, como si no tuviésemos historia, o como si nadie hubiese pedido una recomendación para un hijo, los españoles nos hemos vuelto intransigentes con la corrupción. Nos escandalizamos por Pujol o los ERE. Nos rebelamos contra los latrocinios de la Gürtel, Bárcenas y Blesa, y contra la desfachatez del PP. Nos parecen intolerables los enjuagues de Matas y Urdangarin. Y también nos echamos las manos a la cabeza por los viajecitos de Monago, las ganancias de Monedero y las corruptelas de la Pokémon. Porque la idea dominante en estos días es que, más allá de la gravedad y la cuantía de los hechos, España sufre una plaga llovida del cielo, que, sin parar mientes en la gran masa de ciudadanos trabajadores y honrados, buenos administradores de sus haciendas y patrimonios, está llenando las instituciones políticas de auténticos bandoleros, miembros de otra raza y otra cultura, que solo piensan en recortar, mangonear, robar y hartarse de marisco a costa de los pobres.

Por eso, se dice, estamos indignados. Por eso sube Podemos. Por eso caducó la transición. Y por eso carecemos de prisiones suficientes para encerrar a tantos banqueros, políticos, especuladores y cardenales -porque el ático de Rouco Varela lo incluye en la casta- que nos amargan la vida. Pero no se asusten. Porque, además de garantizarles que en modo alguno estamos gobernados por extraterrestres, también sigue siendo cierto que «Dios los da y ellos se juntan», y que «das carqueixas que cría o monte sae o mel que todos lambemos».

Durante la Navidad ya comenté que España es el tercer país del mundo que más roba en las tiendas y supermercados, y que las sisas acumuladas por este sector se elevan a 2.600 millones anuales.

Pero ahora también sabemos que los españoles hemos pulverizado todos los récords de sisa por Internet, donde se piratea el 87,94 % de los contenidos culturales, y donde robamos alrededor de 30.000 millones de euros por año. Robamos fútbol y series de televisión. Robamos libros. Pirateamos periódicos y revendemos sus contenidos. Afanamos más música de la que escuchamos -porque somos acumuladores compulsivos-. Y robamos miles de fotos de señoras rubias y tíos cachas. Todo lo cual se resume en que las empresas pierden cada año 2.000 millones de beneficio, que empleamos 30.000 trabajadores menos de los que el sector debería ocupar, que el Estado deja de ingresar 650 millones de euros en impuestos, y que tenemos una enorme brecha, respecto a la UE, en comercio electrónico.

Todo esto nos puede parecer bien o mal. Pero yo no dejo de pensar que cada pueblo tiene lo que se merece, que Dios nos crea y nosotros nos juntamos, y que buena parte de la escandalera que está levantando la crisis no tiene nada que ver con la excelencia ética. Solo es la puñetera envidia que nos dan los que roban desde el despacho.