Rajoy, a matar

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

25 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Ha sido usted patético». Fue un ataque exagerado, como de rabia. Fue un rapto de ira. Fue lo más duro que he escuchado en el Congreso desde que el mismo Rajoy acusó a Zapatero de traicionar a las víctimas del terrorismo. Fue el arranque de irritación de un presidente del Gobierno al que pocas veces habíamos visto tan indignado. A otros, como Rosa Díez, los había menospreciado. A Pedro Sánchez lo descalificó en toda regla en cada una de sus respuestas. Atizó un golpe cruel de intención homicida a un líder que penosamente trata de consolidarse. El momento y la actitud fueron trascendentes para el futuro político del país. Tan trascendente, a mi juicio, como lo prometido por el presidente, porque tiene el valor que tiene: el de reconciliarse con los castigados por los ajustes y las malditas austeridades.

Lo califico como trascendente porque en este debate no solo se revisaba la gestión del Gobierno y la salud del país. Era el primer gran acto electoral del año. Se hablaba con la mirada puesta en Podemos y Ciudadanos, llamados a trastocar el mapa político, y se ponía a prueba la complicidad de los protagonistas del bipartidismo para defenderlo de los asaltos de esos nuevos partidos que lo amenazan desde las encuestas. Para ello era fundamental la actitud de Rajoy, que parecía obligado a «salvar al soldado Sánchez» casi como un deber patriótico.

Y Rajoy no picó en ese anzuelo. Rajoy no está con nadie, ni se siente en la obligación de salvar a nadie que no sea del PP. Rajoy se considera el salvador del desastre, su Gobierno condujo a este país del desbarajuste a la recuperación, tiene los datos macroeconómicos a su favor y se ve admirado por sus colegas europeos. No hay en su análisis ni un fallo, ni una injusticia, ni un pobre, ni un parado, ni un desahuciado que no haya sido heredado de Zapatero. Desde esa convicción intelectual se siente legitimado para seguir gobernando este país por una legislatura más. Quien le niegue esos méritos, pasa a ser para él un necio o un demagogo. Y, si aspira a gobernar, un irresponsable.

Es lo que le ocurrió al bueno de Pedro Sánchez que, efectivamente, tenía que hablar mirando a Pablo Iglesias; tiene que ganar la adhesión de su propio partido porque le esperan primarias; tiene que ganar el voto de los descontentos y tiene que combatir cualquier imagen de complicidad con el Partido Popular. Y Rajoy fue a degüello, como por la mañana había ido a la cabeza de Podemos. Conclusión provisional de la primera jornada: Rajoy se enfrenta a todos, ese es su campo de batalla. No regala nada a quien nada le reconoce. Como en el Evangelio, quien no está con él, está contra él. Si así se carga el bipartidismo, se lo cargó. No es su problema.