La propiedad de los hijos

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

11 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El lenguaje siempre es revelador. No falla y no falta a su cita. Aunque la mejor opción en una separación sin trincheras debía ser la custodia compartida, lo cierto es que la propiedad de los hijos (¿no deberían ser un derecho y un deber y no una propiedad?) siempre es cambiante. A veces son tus hijos y otras, los hijos de ella. Sucede también en las parejas que siguen juntas. Y ahí es donde el lenguaje es tan revelador. Ahora, con los guasaps, sabes en seguida si tu hijo o hija, que crecieron y ya no son aquellos ángeles, metieron la pata o hicieron una gorda. Si el mensaje que recibes empieza por un «tu hijo» o «tu hija» es que algo malo pasó. Si el arranque es un bendito «nuestra hija» o simplemente el nombre de la cría o crío es que han hecho algo bueno. Prueben. Se nota sin necesidad de móviles y mensajes. En la convivencia, una habitación sin recoger es cosa del desastre de tu hijo adolescente, nunca de su hijo adolescente o ese comunitario y amable nuestro hijo que tanto se usó cuando eran adorables criaturas y que, al ir cumpliendo años, cae en desuso. Pero los tiempos van tan rápidos que te puedes quedar pasmado cuando ese combate de pronombres posesivos, que son como pequeñas patadas en la espinilla, lo escuchas en boca de los abuelos. Ayudan tanto en la crianza de los hijos que ellos también terminan por decirle a la abuela: «es que tu nieta...». Y las abuelas, siempre sabias, contestan: «dirás la tuya». Aseguran los que ya pasaron por el trago que, detrás de la adolescencia, hay una vivificante reconciliación. Ojalá.