Bendito Benedicto

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

20 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En estos tiempos de interpretaciones hormonadas, de artistas prefabricados, aparece alguien como Benedict Cumberbatch y es como un puñetazo en un lago tranquilo. Como agitar las aguas del mar Muerto. Ya tiene un Emmy por su Sherlock, casi tocó el Globo de Oro por Descifrando Enigma. Y podría tener su Oscar (aunque me temo que Stephen Hawking va a ser imbatible). Es solo cuestión de más metraje. Y es que Benedict reivindica esa escuela de grandes genios de la interpretación de lejos de Hollywood, que llegan de las islas británicas, de Australia. En pantalla es un iris multimillonario en matices, como observado a través de un prisma. Es magnético. Un gesto puede ser una tormenta de nieve. Los colores de una copa de Oporto atravesada por la luz herida del atardecer en una biblioteca de nogal. Recuerda al primer y más auténtico Rusell Crowe, al origen de Rupert Everett, a Daniel Day Lewis. Con él sobre las tablas surfean las emociones. Es la versión en hombre de Tilda Swinton, también londinense y ya con un Oscar. Como ella, Benedict tiene una presencia extraña y bella, que fascina. Con esos pómulos y esos ojos transparentes que se reflejan en un espejo de diamante, que miran solo el más allá. Como el cloro de una piscina. Si en la serie de televisión como Holmes fue una revolución, en Descifrando Enigma hace de la película un fogonazo. Ahora que ya no tenemos a Philip Seymour y que todavía lo lloramos, por favor que Benedict haga todas las películas. Para que la pantalla de un cine siga siendo el cielo, un cuadro, un holograma.