Religiosas

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

03 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Los aires de cambio que se perciben en el Vaticano pueden llegar en cualquier momento al papel de la mujer en la Iglesia católica. Ante tal posibilidad, conviene repasar la nomenclatura aplicable, por si también necesita una puesta al día. Tenemos femeninos para prelado (prelada), abad (abadesa), prior (priora), superior (superiora), freire (freira), novicio (novicia), monje (monja)..., aunque en algunos casos los significados de uno y otro género no son coincidentes.

Dos son las dignidades que necesitan que se determine cómo llamar a quienes las ostenten en cualquiera de las Iglesias cristianas cuando se trate de mujeres, bien porque dejan de estar reservadas a los varones, bien como mera hipótesis y objeto de debate. Se trata de las de obispo y sacerdote.

Hace ahora dos años que la Iglesia de Inglaterra se planteó por primera vez el acceso de una mujer al obispado. El sínodo anglicano dio su aquiescencia y la primera elegida para esa dignidad ha sido la reverenda Libby Lane. Tanto hace dos años como ahora se ha observado vacilación sobre la forma de llamarla: la obispo, mujer obispo, obispa... Si nuestro único faro guía fuese el Diccionario de la Academia, la reverenda Libby Lane sería el obispo de Stockport.

Según la propia doctrina académica, los sustantivos que designan cargos y profesiones terminados en -o en su forma masculina suelen formar el femenino cambiando la -o por -a: encargado -da, enfermero -ra, médico -ca [son excepción los sustantivos comunes en cuanto al género: el/la piloto]. Así pues, el femenino lógico de obispo es obispa, que si carece de tradición es porque hasta ahora no había obispas ni se hablaba de la posibilidad de que las hubiese. Sin embargo, en el uso periodístico está arraigando este femenino. No obstante, el Diccionario solo registra obispo, y como masculino: el obispo.

En el caso de sacerdote, existen tres posibilidades: formar el femenino sacerdota, que hoy por hoy rechina y tiene pocos visos de prosperar; recurrir al femenino sacerdotisa, y utilizar sacerdote como común en cuanto al género: el y la sacerdote. El Diccionario reúne por primera vez las formas sacerdote y sacerdotisa en el mismo artículo, pero reserva el masculino para el varón ordenado en la Iglesia católica para celebrar la misa, mientras admite la flexión de género cuando se trata de la «persona dedicada y consagrada a hacer, celebrar y ofrecer sacrificios». No deja claro si en esta categoría incluye a las mujeres que ejercen el sacerdocio en Iglesias cristianas distintas de la católica o si se refiere solo a las de antiguos cultos paganos. Parece que, llegado el caso, optará -si no deciden antes los hablantes- por la forma común para ambos géneros: sacerdote. ¿Será por inspiración divina?