Pobreza laboral

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

12 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La crisis que llevamos sufriendo desde hace siete años nos ha devuelto, desde un pasado que creíamos haber dejado atrás, el concepto de la triste figura del trabajador pobre. Durante décadas, estos conceptos fueron antitéticos en España. Desde que salimos del subdesarrollo en el que malvivía nuestro país en la dictadura tener un empleo era casi incompatible con la situación de pobreza. Una persona con empleo no era pobre, y en general la pobreza estaba localizada en grupos sociales sin acceso al mercado de trabajo.

Así hasta la crisis, porque la combinación perversa de la nueva precarización del mercado de trabajo, la devaluación salarial, la desigualdad creciente y los recortes en las políticas públicas ha hecho emerger de nuevo la pobreza laboral.

La pobreza laboral se define como las personas que tienen empleo pero que viven en hogares en los que sus ingresos están por debajo del 60 % de la mediana de renta del conjunto de hogares, cifra en la que se establece ese umbral de riesgo de pobreza.

Para el 2013, el Instituto Nacional de Estadística situó ese umbral en 8.114 euros anuales para una persona que viva sola y en 17.040 para familias de dos adultos con dos hijos. Pues bien, en esa situación se encuentran 4,4 millones de personas, casi el 20 % de la población activa de España.

El mapa de esta nueva pobreza tiene como coordenadas la falta de empleo y la precariedad. El desempleo es el principal factor de riesgo porque el 40 % de las personas en paro están por debajo del umbral del riesgo de pobreza. Son 2,4 millones de personas sin trabajo y sin prestaciones, porque la insoportable duración de la crisis y los recortes en el sistema están agrietando gravemente la protección.

Pero también hay muchas personas con empleo que sin embargo están en riesgo de pobreza. En primer lugar, y aunque pueda sorprender, los trabajadores por cuenta propia: hay 665.000 autónomos que tienen ingresos por debajo de ese umbral del 60 % y que sobreviven en actividades y negocios que no les dan para vivir, pero ante la falta de alternativas los mantienen abiertos.

En segundo lugar, los trabajadores asalariados más precarios, los que tienen contratos temporales, con trayectorias laborales inestables, con mucha rotación laboral y los que trabajan a tiempo parcial. Uno de cada cinco trabajadores de este colectivo -que ya casi alcanza los 5 millones de personas que sufren la precariedad con más intensidad- tienen salarios tan bajos que están por debajo del umbral de riesgo de pobreza: un millón de trabajadores que, a pesar de trabajar cada día, son pobres. Falta de empleo y precariedad son las coordenadas principales de la pobreza laboral, que se refuerzan en negativo entre las mujeres, las personas más jóvenes y las que tienen poca antigüedad en su empleo.

Este es el desolador paisaje después de la batalla que nos deja la crisis y sobre todo las políticas de austeridad y recortes y que nos avisa del enorme esfuerzo que tendremos que volver a realizar para reconstruir una sociedad más justa y menos desigual.