El jefe del Gobierno habla, al fin, del referendo

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

12 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras celebrarse el domingo en Cataluña un referendo ilegal, que supuso la grave conculcación por parte de la Generalitat de dos resoluciones del TCE suspendiendo la consulta y de otra del Tribunal Supremo confirmando esa previa suspensión, España entera esperaba, expectante, una intervención del jefe del Gobierno, fijando su posición en relación con la más grave crisis constitucional que hemos vivido desde que en 1978 se aprobó nuestra ley fundamental.

Las horas fueron pasando, llegó la madrugá, pero nada supimos de Rajoy. Esa noche solo dio la cara el ministro de Justicia, en una intervención que hasta el más bisoño periodista descubría ¡grabada de antemano! Catalá habló, pues, del referendo sin saber qué había sucedido en Cataluña, lo que indica una forma, cuando menos pintoresca, de analizar la realidad. Además, y para darle a su intervención la solemnidad que era del caso, vista la importancia de los hechos, el micro del ministro aparecía sujeto a su base con un celo, lo que algún mal pensado pudo considerar una metáfora de lo que habría de venir.

¡Pero no! El lunes, la alcaldesa de Madrid puso pie en pared con su contundencia habitual y dejó clara la posición del Partido Popular al encomendarse a la Virgen de la Almudena para superar las amenazas a la unidad de España. La tranquilidad cundió, como es lógico, a lo largo y ancho del país, ya no digamos en la UE, dado el conocimiento general sobre las habilidades de la patrona de Madrid para hacer frente al secesionismo sedicioso. Ilustres politólogos se han pronunciado a ese respecto.

Los dirigentes del PP debieron temer, pese a ello, que lo de la Virgen podía saberles a poco a algunos españoles y así, tras la invocación de Ana Botella, comenzó un discreto menudeo: el ministro de Industria, por ejemplo, habló el lunes desde México de una «apariencia de consulta», cosa muy natural, pues no hay nada más aparente y menos real que 2.300.000 electores puestos, uno tras otro, en fila india (perdón, en fila catalana).

Pero al fin, el propio lunes, todo un jefe de Gobierno manifestó que quiere una España unida y que los referendos al margen de la legalidad carecen de toda validez. Fue necesario que transcurrieran muchas horas, es verdad, desde que en Cataluña se cerraron las urnas de cartón de la única consulta ilegal sobre secesión celebrada en la Europa democrática desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero, reconozcámoslo, aunque con retraso, todos pudimos oír finalmente al presidente decir las cosas que millones de españoles esperaban escuchar. Puede que a algunos les extrañara, eso sí, que ese primer ministro no fuera Mariano Rajoy, sino su colega David Cameron, pero ya se sabe que hay quienes nunca están contentos, y que echan mano de cualquier fruslería para criticar al Partido Popular.