Por qué debe dimitir, señora ministra

Jaime Gómez Márquez AL DÍA

OPINIÓN

27 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La señora ministra de Sanidad -al margen de gürteles, jaguares y otros avatares sobre los que, supongo, tendrá que pronunciarse la Justicia- debería dimitir porque ha demostrado que no está capacitada para hacerle frente a una crisis sanitaria de esta envergadura, porque su inseguridad y falta de credibilidad producen bochorno y crea aún más alarma en la población, y porque con su incompetencia le está haciendo daño al país, al gobierno, a su partido político y a ella misma. Dimitir no es ninguna deshonra y todos, yo el primero, podemos alcanzar en algún momento nuestro nivel de incompetencia. El gesto de dimitir demuestra la valentía de reconocer nuestras limitaciones, nuestros errores y eso, al menos, produce que su imagen personal salga menos deteriorada aunque, quizás, también ya sea tarde para eso.

Ser ministro es algo muy serio o debería serlo. Digo debería serlo porque la elección de ministros depende no de la capacidad de las personas, sino de la voluntad digital del presidente, solo de eso. Y cuando surge algún problema serio, estas designaciones digitales «cantan» mucho, sobretodo en ministerios técnicos como el de Sanidad, al frente del cual debería estar una persona con conocimientos médicos, en salud pública y con mucho sentido común.

Cuando un ministro que ha alcanzado su nivel de incompetencia no tiene la valentía de reconocerlo y dimitir, entonces su jefe tiene que destituirlo. Si no lo hace así, será un mal presidente porque estará anteponiendo al interés del país su soberbia o, lo que es peor, parecerá que lo mantiene por razones de amistad o porque compartan secretos, tal vez, inconfesables. En el caso de la crisis del ébola, parece que felizmente resuelta, no vale con pasarle la responsabilidad a otro miembro del Gobierno para salvar a la ministra. Y no vale porque haciéndolo así la está humillando y reconociendo explícitamente que lo ha hecho fatal. Yo quiero que en el Gobierno de mi país estén personas honradas, competentes y humildes, muy humildes. Si a esto le sumamos que sepan expresarse en público, escribir con corrección y, además, dominar el inglés, ¡de lujo!

Puedo estar equivocado pero es lo que pienso.