Rebelión contra las élites

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

21 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Las formas que adopta son muy diversas, pero parece innegable que el profundo malestar originado en toda Europa por la crisis económica y los errores cometidos al intentar combatirla comienza a producir efectos políticos contundentes, sea en el sistema de partidos o en la confianza de los ciudadanos en la propia idea de democracia. Lo vemos en el auge de la extrema derecha (sobre todo en Francia); la fuerte subida del voto antieuropeo (en Inglaterra u Holanda, cada vez más también en Alemania); la consolidación de las reacciones contra la casta; y ahora incluso parece (lo acaba de reconocer el propio Cameron) que una parte muy importante de las posiciones independentistas escocesas tienen ese origen. La gran cuestión es, obviamente, si esas tendencias vienen o no para quedarse durante un largo período. Nada es seguro, salvo que si el necesario cambio de orientación de la política económica se demora, lo que ahora vemos como anomalías se convertirán en fenómenos perdurables.

Se trata en todo caso de tendencias políticas con las que nadie contaba hace unos pocos años, que responden a planteamientos no solo distintos, sino con frecuencia contrapuestos, pero que tienen un punto que las une: son síntomas de una rebelión frente a la élite establecida en la política, y acaso también en los negocios. El avance de la desigualdad y el deterioro de los servicios sociales básicos son, junto con la intolerancia creciente a la corrupción, sus causas más directas. Y no es raro que se den, cuando vemos que medidas presentadas como inevitables -el ajuste fiscal a toda costa, la reducción de salarios- no solo traen consigo grandes trastornos sociales, sino que al poco tiempo de aplicarse se constata que ni siquiera permiten alcanzar los objetivos buscados. O sea, que son malas soluciones desde un punto de vista estrictamente técnico (como de vez en cuando reconocen organismos como el Fondo Monetario Internacional o la OCDE).

Pero la causa más importante es otra: el persistente olvido de la respuesta genuinamente democrática a los problemas que tenemos. O, dicho con palabras de Angela Merkel, el avance hacia «una democracia acorde con el mercado». En un reciente ensayo de raro éxito (Ego) el pensador alemán Frank Schirrmacher se pregunta: «¿Cómo es posible que en medio de una crisis de mercado? se emprendieran esfuerzos para reparar los Estados, pero no los mercados?».

La última e importante muestra de esa contradicción la estamos viviendo estos días: cabe agradecer a Mario Draghi y al consejo del BCE que por fin se hayan puesto a la tarea de combatir la gran amenaza que tenemos por delante, la de un largo estancamiento con deflación. La paradoja está en que se trata de un órgano técnico, no elegido por los ciudadanos e independiente por definición del poder político: un órgano ademocrático. Mientras tanto, los Gobiernos apenas son capaces de reaccionar. ¿Cabe extrañarse de que haya una verdadera rebelión contra las élites?