Las cuentas del gran capitán

Manuel Carneiro

OPINIÓN

11 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Gran capitán de la banca y de la economía españolas, la labor de Emilio Botín los últimos 30 años resulta impresionante. Es, sin duda, el gran inductor de la renovación de la banca tradicional española y europea convirtiendo a un banco con obstinada denominación regional en una de las más grandes y acreditadas entidades financieras globales. Para muchos, suponía la personificación del banquero por excelencia, con sus luces y sus sombras. Buscando un correlato histórico comparable, podríamos establecer un paralelismo con Gonzalo Fernández de Córdoba, el gran capitán de la época isabelina; a su rotunda personalidad se refiere un contemporáneo como «el hombre del mundo más sufrido y que de mejor voluntad perdonaba las injurias». Su más reconocida anécdota son las denominadas «cuentas del Gran Capitán» que el anecdotario patrio atribuye a la desmesura en las mismas. Esta frase hecha ha quedado para calificar una exagerada relación de gastos o cualquier información exhaustiva que se exija en contraposición a unos magníficos resultados logrados.

Tópico aplicado sobre los españoles es nuestra dificultad para digerir el triunfo ajeno, sobre todo cuando el otro es nacional. El resultado obtenido por don Emilio es abrumador y el Santander es hoy referencia internacional de buena gestión y mejor saber hacer, no solo bancario. El apoyo a la educación, realizado incluso de modo personal a través de Universia, bien vale un rotundo reconocimiento público, máxime en los depauperantes momentos actuales que viven nuestras instituciones educativas.

Se dice que a los nuevos directivos del Santander se les regalaba un ejemplar de El arte de la guerra del chino Sun Tsu. Quizás le vaya mejor una referencia más cercana, la de Gonzalo Fernández de Córdoba, genio de la estrategia militar, de quien se dice que sustituyó la guerra de choque medieval por la táctica de defensa-ataque basada en la infantería. También se decía que, aunque idolatrado por sus soldados y admirado por todos, tuvo en su popularidad su mayor enemigo. Descanse en paz.