Gazpacho japonés

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

31 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Mi madre, a la que tantos esfuerzos le llevó educar a sus hijos, contempla con estupor por la televisión la gamberrada de la Tomatina de Buñol, en la que se reúne todo aquello contra lo que hay que prevenir a los niños: pelearse, ensuciarse, tirarse cosas, estragar la comida, etcétera.

Y quien dice la Tomatina dice también las batallas de vino o, en su versión más limpia, la fiesta del agua. A la gente siempre le gustó tirarse las tartas a la cara y comer con los dedos, pero reconozco que lo del tomate se nos está yendo de las manos. Porque Buñol está compitiendo en fama internacional con el festival de jazz de Vitoria, el de música y arte de Edimburgo y la bienal de Venecia. Y al ver a los turistas orientales inmersos en la espesa marea de puré rojo, a uno se le cae el mito. Los japoneses, los coreanos; tanta tecnología para esto. En realidad, si uno se fija, todo se basa en la confraternización. La masa humana que se refocila. A la gente le gusta estar con la gente -la hay donde quiera que vas, tiroriro...- porque así sabe que está en el sitio correcto, en el meollo del cogollo de la fiesta. Porque no hay sensación más ingrata que saber que la fiesta está en otro lado y que te la estás perdiendo. Eso es lo que está pasando, por ejemplo, con Podemos. Que es allí donde ahora se celebra la tomatina política, y acuden en aluvión nuevos militantes. Figúrense ustedes cuántos, que a mí me han puesto en lista de espera. Y, mientras espero, voy a ver si afino un poco la puntería.