Ángeles

Juan Carlos Martínez MEDIO FERRADO

OPINIÓN

15 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En este mundo variopinto hay personas que parecen haber nacido para amargarnos la existencia y otras que están aquí para alegrarnos la vida. Siempre se mueren antes los buenos. O puede que no, pero cuando mueren los malos les dedicamos un breve «vaia embora» y ahí se acaba; cuando desaparecen los buenos nos pesa y nos hace pensar.

Acaba de irse Lauren Bacall, aquella flaca bellísima que, por emulación de sus especiales personajes junto a Bogart, dio impulso a una feminidad distinta, más libre y atrevida, más consciente de su propia personalidad, incluso en países tan alejados del suyo como España. Partió para el infinito Robin Williams -que nos conquistó con su papel de locutor inconformista en Buenos días, Vietnam-, antes de tiempo y quizás voluntariamente, en una demostración más de la terrible paradoja de los cómicos: muchos de los que más te hacen reír tienen, por vocación, que imponerse a su propia tristeza.

Otro de los buenos ha muerto, con menos fama y más cerca, en Cedeira. Se llamaba Julián Rico y era músico. ¿Hay en el mundo alguna vocación tan benéfica como la suya? Los músicos hablan un idioma universal que no conoce de juicios ni de parcialidades. A los ángeles, en los pórticos de medievales, se los representaba con instrumentos musicales. Los músicos son ángeles entre nosotros. No deberían morirse nunca.